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La escritura no es un pasatiempo

Nunca falta una oportunidad para decir por ahí cuál es nuestra lista de pasatiempos: esas actividades informales, realizadas por puro gozo fuera de las jornadas laborales, sin ninguna estructura u obligación.

Durante muchos años, sobre todo aquellos de infancia y adolescencia, con mucho orgullo decía que escribir era mi pasatiempo.

Unos años más a cuestas me han hecho cambiar mi opinión. Ahora, cuando alguien me hace esa pregunta, mis verdaderas estrategias para el ocio son más reales y más honestas: jugar, comer bien, ver televisión, ir al cine, tomar fotografías… Sin duda así gasto muchas de mis horas de ocio. Pero ¿escribir?… ¡no! Escribir ya no es un pasatiempo.

Escribir es una labor cotidiana, es mi pan de cada día, mi fuerza laboral diurna y nocturna, mi principal actividad. No siempre es remunerada, y si la realizo fuera de mi tiempo laboral, siempre es libre y es mía. Pero ya no es un “pasatiempo” porque es algo que me tomo en serio. Esa es una de las delgadas líneas que nos llevan del estado de amateur al de profesional.

Por esa razón, a pesar de mis planes y hasta buenas intenciones declaradas en este blog, este año he dedicado mi tiempo de vacaciones al ocio y no he escrito absolutamente nada. Nisaba ha visto esta ausencia: un vacío producido por la necesidad de recargar baterías, reparar los daños físicos del año anterior y sanar. Viene el tiempo de compensación, el bombardeo de artículos, el recuperar de mis archivos todo lo que encuentre para llenar de actividad este rincón.

¡Que comience el nuevo año! ¡A escribir!

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Fiesta Internacional de Cuenteros Alajuela Ciudad Palabra

Desde el año 2005, se celebra en la ciudad de Alajuela (Costa Rica) un festival internacional que reúne cuenteros de diversas procedencias. Hasta ahora, más de 30 cuentacuentos extranjeros y cientos de cuenteros nacionales han entregado la magia de sus palabras a más de diez mil personas.

Estos cuenteros modernos recuperan para nosotros el antiguo oficio del bardo, del juglar, de quien con sus palabras y unos pocos objetos es capaz de despertar la imaginación, la risa y la reflexión de un modo único y sabroso, en donde el mayor arte reside en la palabra misma (en su enunciación, en la voz, en la entonación, en la pausa, en el ritmo, en la sonrisa…).

Es un festival obligatorio para quienes se encuentren en Costa Rica desde el próximo 11 de noviembre y durante una semana. Alajuela se transforma en una ciudad en donde la palabra sale de todas partes: de los balcones, de las calles, en los teatros… La ciudad se congrega para no dejar pasar esta oportunidad. Largas son las filas y hasta algunas las horas de espera para hacerse de un buen asiento.

En el sitio web oficial (http://alajuelaciudadpalabra.com/) se puede conocer más sobre la historia, los cuenteros, los amigos y el programa de actividades de este evento que ya va por su sétimo año.

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La voz del texto: la función de la tipografía en el diseño de libros

La tipografía es la base del diseño de libros y, en general, de cualquier producto que todavía descanse sobre la palabra escrita. La mancha del texto se compone de las letras y palabras creadas visualmente con la tipografía. La tipografía es, por lo tanto, la interfaz por medio de la cual el lector accede a la palabra; es la sustancia visible de la escritura.

La selección de la tipografía, en el proceso de diseño de un libro, es crucial: es simultáneamente forma y contenido; la letra es en sí misma una figura y un signo. La figura se valora como lo que es en última instancia: una imagen. Sus trazos pueden hacerla estéticamente bella o grotesca hasta el repudio. En sus trazos se pueden transmitir sensaciones ocultas y emotivas. Las letras pueden ser divertidas, elegantes, secas, monstruosas, retorcidas, oscuras, livianas o altivas.

Para mí, la tipografía conlleva una experiencia íntima y personal. No puedo acceder al texto sin ver la tipografía y, por lo tanto, desde el punto de vista formal, se me transforma en “la voz” del texto, por cuanto es la expresión material de la palabra escrita, de la misma manera que el sonido –el verbo– es la expresión material de la palabra hablada.

Esa voz adquiere su timbre, tono y modulación a través de los trazos, tamaños y espacios entre grafos y entre líneas. La combinación de estos detalles sutiles produce el conjunto que la mirada enfrenta en una página, aun cuando desconozca los nombres que los tipógrafos les han dado.

El lector tiende a concentrarse en la palabra, creyendo, en su consciencia, que no le pone atención alguna a la letra y, sin embargo, le resulta imposible disociar una de la otra porque está viéndola: solo ve la palabra desde su letra, no existe otra forma de hacerlo en el medio escrito.

El buen editor conoce esta verdad oculta y se aprovecha de ella. Durante una etapa del proceso, el énfasis del editor estará en el contenido, en la idea, incluso en la sonoridad del texto; es decir, en el signo sonoro de la palabra. Pero cuando de manufacturar libros se trata, la forma visual de la palabra se vuelve arte y su selección ha de ser cuidadosa y esmerada, porque en ese pequeño detalle se materializa, literalmente, el libro.

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El mejor diseñador de libros: el lector

Algunos libros que discuten el diseño de libros (¿acaso podríamos denominarlos metalibros?), se focalizan en el libro estéticamente bello o novedoso, las joyitas hechas por diseñadores para otros diseñadores, el libro-arte o el libro de lujo, deliberadamente inundado de blancos en sus páginas de gran formato, a todo color y en papel cuché.

Pocos manuales tienen la simpleza de centrarse en lo básico: el diseño cuya finalidad no son la fanfarria y el ruido visual, sino la lectura, simple y llana como es. Si el lector ha sido capaz de leer a gusto, centrándose en el texto, sin encontrar escollo alguno entre el signo gráfico y el signo que recrea en su mente, el diseño ha tenido el mayor de los éxitos. Se ha vuelto invisible por ser eficaz, por no hacerse notar, por haberse logrado la fusión alquímica indisoluble entre forma y contenido.

Con esa premisa, afirma Richard Hendel en su obra On Book Design:

El diseño de libros es diferente de todos los otros tipos de diseño gráfico. El verdadero trabajo de un diseñador de libros no es hacer que las cosas se vean agradables, diferentes o bonitas. Es encontrar cómo poner una letra junto a la otra de tal manera que las palabras del autor parezcan levantar la página. El diseño de libros no deleita por su propia astucia; se hace al servicio de las palabras. El buen diseño de libros solo pueden hacerlo las personas que leen: aquellos quienes se toman el tiempo para ver qué ocurre cuando las palabras se vierten en caracteres (1998: 3).

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