Nunca falta una oportunidad para decir por ahí cuál es nuestra lista de pasatiempos: esas actividades informales, realizadas por puro gozo fuera de las jornadas laborales, sin ninguna estructura u obligación.
Durante muchos años, sobre todo aquellos de infancia y adolescencia, con mucho orgullo decía que escribir era mi pasatiempo.
Unos años más a cuestas me han hecho cambiar mi opinión. Ahora, cuando alguien me hace esa pregunta, mis verdaderas estrategias para el ocio son más reales y más honestas: jugar, comer bien, ver televisión, ir al cine, tomar fotografías… Sin duda así gasto muchas de mis horas de ocio. Pero ¿escribir?… ¡no! Escribir ya no es un pasatiempo.
Escribir es una labor cotidiana, es mi pan de cada día, mi fuerza laboral diurna y nocturna, mi principal actividad. No siempre es remunerada, y si la realizo fuera de mi tiempo laboral, siempre es libre y es mía. Pero ya no es un “pasatiempo” porque es algo que me tomo en serio. Esa es una de las delgadas líneas que nos llevan del estado de amateur al de profesional.
Por esa razón, a pesar de mis planes y hasta buenas intenciones declaradas en este blog, este año he dedicado mi tiempo de vacaciones al ocio y no he escrito absolutamente nada. Nisaba ha visto esta ausencia: un vacío producido por la necesidad de recargar baterías, reparar los daños físicos del año anterior y sanar. Viene el tiempo de compensación, el bombardeo de artículos, el recuperar de mis archivos todo lo que encuentre para llenar de actividad este rincón.
¡Que comience el nuevo año! ¡A escribir!