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APA: cómo citar el diccionario de la Real Academia en línea

Un lector de este blog hace una pregunta de esas que no se puede responder con facilidad: ¿cómo se hace la referencia bibliográfica del diccionario de la Real Academia Española (DRAE) en línea?

En este artículo exploraremos los distintos modelos de APA para las obras de referencia en línea, su propuesta de modelo bibliográfico para el diccionario de la Real Academia Española y algunos detalles por tomar en cuenta al citar su versión en línea.

¿Cuál es el estilo de las obras de referencia en línea según APA?

Para esto, se pueden consultar los ejemplos 29 y 30 del manual de APA. El ejemplo 29 es una obra de referencia en línea. Lo reproduzco aquí tal cual:

Graham, G. (2005). Behaviorism. In E. N. Zalta (Ed.), The Stanford encyclopedia of philosophy (Fall 2007 ed.). Retrieved from http://plato.stanford.edu/entries/behaviorism/

El ejemplo 30 también es una obra de referencia en línea, pero sin autor o editor:

Heuristic (n.d.). In Merriam-Webster’s online dictionary (11th ed.). Retrieved from http://www.m-w.com/dictionary/heuristic

Conviene añadir que el manual del APA es explícito en un aspecto: si la versión en línea hace referencia o se corresponde a una edición impresa, hay que incluir esa edición detrás del título, tal y como se ve en el ejemplo 30 aquí citado. En español, “retrieved from” se traduce “recuperado de”.

¿Cómo se cita el DRAE en APA?

No podemos pasar a hacer el modelo del DRAE sin ver el ejemplo que aporta el mismo manual del APA en donde se emplea precisamente esta obra en el ejemplo 28, una obra en lengua distinta del inglés cuyo título ha sido traducido. Lo reproduzco tal cual, solo por fidelidad a la fuente:

Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española [Dictionary of the Spanish Language] (22nd ed.). Madrid, Spain: Author.

Desde luego, si traducimos esto al español y le aplicamos nuestras propias reglas ortográficas, tendríamos esto:

Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Madrid, España: Autor.

El país solamente se necesita si la obra fue editada en un país distinto de la obra en la que estamos incluyendo la referencia. Si este diccionario se incluye en la lista de referencias publicada en España, el país es innecesario.

¿Cómo se cita el DRAE en línea?

Una vez vistos los modelos de APA, la respuesta es en realidad muy sencilla. La referencia bibliográfica del diccionario en línea de la RAE se vería así:

Real Academia Española. (2001). Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Consultado en http://www.rae.es/rae.html

Y una entrada del mismo diccionario, se vería así:

Real Academia Española. (2001). Disquisición. En Diccionario de la lengua española (22.a ed.). Recuperado de http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=disquisici%F3n

Nótese que en el primer caso ponemos “consultado en” porque no se puede recuperar el diccionario completo. En cambio, en el segundo ejemplo sí estamos hablando de una entrada que fue “recuperada”.

¿Y los artículos del DRAE que no son del 2001?

Si el DRAE en línea fuera una obra estática, como su equivalente impreso, aquí terminaría este artículo; pero es necesario tomar en cuenta dos casos adicionales que encontramos en la edición en línea: los artículos enmendados y las entradas nuevas.

Los artículos enmendados son correcciones que se le han hecho a una entrada para la próxima edición de la obra. Las entradas nuevas del todo no las encontramos en la edición del 2001. Las enmiendas del DRAE en línea se acceden desde un botón rojo en la esquina superior derecha del artículo viejo. Los artículos nuevos aparecerán con el encabezado “artículo nuevo” y un inconfundible sello que manchará toda la página con la leyenda: “redacción propuesta”.

En tal caso, el modelo que acabamos de ver se adaptaría perfectamente a una entrada que permanezca invariable. Por lo tanto, y hasta que se publique en papel la vigésimo tercera edición del diccionario, una propuesta para referir estos dos tipos de artículo con el modelo APA es la siguiente:

Real Academia Española. (s. f.). Internet [artículo nuevo]. En Diccionario de la lengua española (avance de la 23.a ed.). Recuperado de http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=internet

Real Academia Española. (s. f.). Cosmético, ca [artículo enmendado]. En Diccionario de la lengua española (avance de la 23.a ed.). Recuperado de http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=internet

Aquí propongo que no se ponga la fecha porque evidentemente el artículo no fue escrito en el año 2001 y tampoco se indica en qué año se formularon la enmienda o la adición. En este caso, se puede aplicar el ejemplo 30 del manual de APA. Solo si quien escribe lo considera muy necesario, podría pensar en incluir también la fecha de recuperación.

Detalles del estilo APA

Conviene recordar que en un estrictísimo estilo APA, estos ejemplos siguen ciertas reglas:

  • Los nombres de las entradas o artículos no llevan comillas en la lista de referencias bibliográficas; pero sí lo llevarían en la referencia parentética dentro del texto.
  • Los nombres de las obras se escriben siempre en cursiva.
  • No se escribe punto después de la dirección electrónica.
  • Para las obras de referencia en línea no se da ninguna información sobre editorial o ciudad de publicación.
  • No se le pondría la fecha de recuperación puesto que ya se indica la edición del diccionario se incluirá tentativamente el artículo. De no existir del todo una fecha o una edición, sí sería necesario incluir al menos ese dato.
  • Tras la preposición «en» no se escriben dos puntos.

Cualquier modificación que se haga de alguna de estas reglas, como la adición de antilambdas (<>) para contener la dirección electrónica, el uso de comillas en la entrada o incluso la fecha de recuperación del artículo serían ya modificaciones al estilo APA. Antes de hacerlas, usted deberá justificar muy bien sus razones, verificar que todo su equipo de lectura o edición esté de acuerdo y ser consistente en su aplicación. Pero mientras mantenga la atención al detalle, ya tiene al menos un ejemplo para salir a flote en la aplicación del estilo bibliográfico de la APA.

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La nueva ortografía de la Academia ya está en Costa Rica

Envuelta en su retráctil (ese plástico que se adhiere alrededor de todo el libro), la Ortografía de la lengua española llega en pasta dura, dentro de un estuche que la protegerá del polvo y los golpes. [No de la humedad, no. En Costa Rica la humedad es tal que los libros comienzan a sentirla muy pronto, vengan de donde vengan].

La abro y del plástico sale ese olor a libro nuevo, a tinta casi fresca, a papel recién cortado… Sí, es una edición mucho más cuidada que su predecesora, de 1999, incluso en su propuesta gráfica: una cubierta con un diseño moderno y juguetón: una gran letra O de color amarillo encierra el título blanco sobre fondo azul oscuro.

Vamos mejorando: buen síntoma.

La primera prueba: la lista de contenidos. Me sorprende favorablemente la primera parte de la introducción: “La representación gráfica del lenguaje”. Ya era hora de reflexionar sobre el paso de la oralidad a la escritura y las particularidades históricas de la escritura alfabética, antes de entrar a discutir sobre ortografía. Sí, porque la ortografía solo tiene sentido en un mundo en donde se hace un salto de la oralidad a la representación gráfica de esa oralidad mediante signos.

La segunda parte de la introducción reflexiona sobre la ortografía como una disciplina lingüística (¡aleluya!), las reglas de la ortografía, su lugar en el ecosistema social… gran cantidad de temas de reflexión hasta ahora ausente de los escuetos manuales anteriores.

[Me pongo a pensar en las quejas de los docentes universitarios de mi país sobre la mala ortografía de los estudiantes que llegan a sus aulas. “Es culpa de la primera enseñanza”, dicen unos. “Hagamos exámenes de aptitud; evaluemos la ortografía continuamente”, dicen otros. Pero ninguno (o no ha llegado el chisme hasta mis oídos todavía), ni siquiera en las facultades de Letras, se atreve a proponer: “Hagamos un curso universitario dedicado a la ortografía, incluyámoslo en el currículo del filólogo, impartámoslo junto a la morfosintaxis y la gramática generativa…”].

El resto de la obra ya entra en materia. Los capítulos son largos y detallados y argumentan más que antes. Por ejemplo, en el capítulo 1 ya no solo se habla de “letras”: se reflexiona sobre los fonemas, sonidos y grafemas, se define el grafema y se estudia su equivalencia con letra, se menciona la sinonimia entre alfabeto y abecedario… y solo después de todo eso, se habla de los polémicos dígrafos ch y ll. [Antes nos los tiraban en frío, no se justificaban los conceptos, de la idea de letra no pasaba la Academia… Mmm… También aquí vamos mejorando].

Hojeo las primeras páginas. [Las hojeo y las ojeo…]. Me saltan a la vista detalles gráficos menos placenteros y no tan acordes con los valiosos lineamientos de otras fuentes que hasta ahora he seguido. Es inevitable que la Ortografía (la obra) predique con el ejemplo. [Ese es un detalle que los diseñadores gráficos y los editores de las obras de la Real Academia deberían tomar siempre en cuenta: hasta el diseño gráfico del libro debería ser congruente con la normativa propuesta en sus páginas. Ya tendré tiempo de verificar si así lo hicieron esta vez].

Y así sigue…, no tiene sentido detallar la lista de contenidos en este breve artículo y, si por la víspera se saca el día, dudo mucho que yo misma vaya a estar de acuerdo con todas las propuestas de esta nueva normativa ortográfica, ya bastante polémica en lo que va del año. Pero aun así, y considerando las diferencias de opinión, gustos estéticos, usos editoriales y realidades geográfico-lingüísticas, al menos esta ortografía me va a resultar de mayor utilidad que su predecesora.

Para quienes habitamos en Costa Rica, la obra está disponible desde esta semana en la Nueva Década. A la fecha, cuesta ¢25 000 (un precio justo, si se considera que en España cuesta 40 euros). Lo mejor será comprarla ahora, antes de que los nuevos precios del petróleo la hagan inaccesible. Y yo, por mi parte, me regreso a este ejemplar que todavía huele a nuevo.

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¿Por qué se necesita la norma editorial?

La nueva ortografía del español ha levantado mucha polémica. La solución, fortuita o no, ha sido echar lo que a los oídos de un audiencia acostumbrada a seguir órdenes ha sonado como un balde de agua fría: la norma es opcional. Cada hablante decidirá si la sigue o no.

Esto ha dejado a muchos en la incertidumbre: “¿Cómo puede ser opcional una regla? ¿Y ahora cómo se hacen las cosas?”. Cuando la adecuada reflexión no acompaña esta clase de afirmaciones, se corre el riesgo del caos. Si ninguna regla es “obligatoria”, ¿para qué estudiar gramática? ¿Para qué hacer el esfuerzo de aplicar un estándar? ¿Para qué necesito conocer la diferencia entre un adjetivo y un pronombre, si de todas maneras importa poco la forma en que los escriba? Y si ahora todo es correcto, ¿por qué la editorial me pide que haga las cosas de una cierta manera…?

La ortografía y las normas gramaticales son un instrumento necesario para garantizar la comunicación. No escribimos para nosotros; escribimos porque tenemos la necesidad de comunicar algo: tenemos algo que decir y no es suficiente gritarlo al viento y conformarse con su desvanecimiento en el aire. Las palabras emitidas a través de la oralidad son efímeras y bellas en su trágica e inevitable desaparición y en los límites de su alcance. La voz llega hasta donde llegue el sonido. La onda expansiva tiene un final. Y aun cuando la tecnología de las comunicaciones ha cambiado esta condición, igual desaparecen una vez finalizada la transmisión. Por eso escribimos. Por eso sentimos la necesidad de dejar, literalmente, una marca en el mundo. Una huella tangible y visible cuya permanencia se extienda más allá de nuestro periodo vital. La escritura es un medio para mantener la ilusión física de la eternidad…

Un lugar común, nada nuevo digo, excepto traer la atención sobre el hecho incuestionable de que escribo para ser leído por otro, por alguien distinto a mí. ¿Y cuáles son las consecuencias de este hecho desde el punto de vista editorial? Si quien lee el texto carece del código para descifrarlo, el acto mismo de la lectura es imposible. Y aun las palabras más bellas escritas en piedra se desvanecerán y perecerán en la sombra de los tiempos, si se convierten en signos sin código, en formas sin contenido.

La norma editorial se encarga de mantener un código estable, común y difundido entre todos los lectores para garantizar el acceso a los contenidos del texto. La ortografía, la ortotipografía e incluso la gramática son instrumentos para mantener la estabilidad de los signos gráficos que hacen posible la comunicación textual. La gramática también existe en la oralidad: las oraciones tienen sintaxis, la posición de las palabras contribuye a desentrañar su significado.

En el texto escrito la sintaxis y la morfología por sí mismas son insuficientes; necesitan de signos gráficos que las hagan evidentes y reproduzcan apenas algunas de las variaciones significantes de la voz. Por ejemplo, ¿cómo se escriben un tono, un énfasis, una pausa? Un ejemplo típico del español es la tilde: un signo gráfico modificador (ni siquiera alcanza el estatus de letra) para indicar una diferencia en la entonación. Ni hablar de los gestos, totalmente ausentes del texto escrito, si no es mediante la descripción.

Una editorial, cualquiera que sea su especialidad, es una empresa de comunicación cuya finalidad principal es publicar textos escritos que serán difundidos entre una amplia audiencia. El tiraje mínimo es de 500 ejemplares (aunque ya se hacen tirajes aún menores) y un best seller puede llegar a vender millones de copias, no solo en el pináculo de su éxito sino a lo largo del tiempo (long seller). Y cada copia, ya lo sabemos, pasará por muchas manos en su larga vida, que puede alcanzar siglos.

En consideración a esos lectores incontables redactamos, seguimos y aplicamos las normas editoriales. No nos motiva el interés de estar constantemente dictando órdenes y creando reglas. Nos interesa mantener un código generalizado y ampliamente difundido que garantice el éxito del acto de lectura. Nuestros libros se publican para ser leídos y esa es razón suficiente para hacer el máximo esfuerzo por publicar textos legibles y comprensibles por toda la audiencia. Esa es la función de la norma.

Así, la nueva ortografía de la Real Academia Española y las Academias Americanas es opcional; pero las editoriales seguirán necesitando sus estándares de publicación y esos, para los colaboradores de esas editoriales, no son opcionales: son un gesto de amor y un acto de responsabilidad hacia sus lectores.

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Algunas normas de la nueva ortografía

Este artículo no tiene nada de novedoso. Es tan solo un sumario de los cambios de la nueva ortografía ya aprobada por las academias de la lengua, tanto la española como las americanas, según la información proporcionada por la prensa. Los recopilo aquí como un avance, mientras la obra sale de los talleres de impresión, cruza el Atlántico, llega a mis manos y puedo comenzar a jugar con sus 800 páginas.

Nombres de letras
Una de las novedades de la nueva ortografía es la revisión de los nombres de las letras del alfabeto, en una búsqueda de la unificación y la coherencia. El tema ha levantado polémica porque, aunque pareciera un tema minúsculo, las tradiciones culturales han demostrado su peso.

  1. La letra y dejará de llamarse oficialmente y griega y se denominará, en lo sucesivo, ye.
  2. La letra i deja de llamarse i latina y se denominará i.
  3. Las letras b y v se denominarán oficialmente be y uve. (En la mayoría de los artículos periodísticos, se aduce que “en América” a estas letras se las llama “be alta” y “be baja” respectivamente. Dejo constancia de que eso no cuenta para Costa Rica. Aquí, por lo visto, hemos estado siempre a la moda española, porque desde que tengo memoria alfabética, me las enseñaron como “be” y “uve”).
  4. Los dígrafos ch y ll son consideradas dígrafos y no letras. Este cambio de criterio no implica eliminarlas del abecedario; por el contrario, permanecen ahí, pero ahora correctamente clasificadas como signos compuestos por dos letras y no por una (dígrafos).
  5. Se acepta la letra k como plenamente española.

Desde luego, la nueva política de no obligatoriedad de la ortografía deja abierta la puerta para que en cada país se le siga llamando a la letra de la manera que mejor les parezca a sus hablantes, según sus hábitos y costumbres.

Ex, anti, pro
Hasta ahora, estas tres partículas han producido dudas en su grafía debido a que se situaban en un umbral difuso, a medio camino entre una preposición proveniente del latín, un adjetivo (como es el caso de ex) y un prefijo, es decir, una partícula empleada para crear palabras nuevas.

Finalmente se ha dado un paso más allá en el debate y las tres son clasificadas como prefijos. Por lo tanto, ya no se escribirá ex presidente, anti social y pro americano; sino expresidente, antisocial y proamericano. Sin embargo, esta regla solamente se aplica si se afecta una sola palabra. Por lo tanto, en ejemplos como ex capitán general y pro derechos humanos se debe escribir separado y sin guion.

Tildes en solo y este
Se ha removido por completo la tilde del adverbio solo y los demostrativos (este, ese, aquel, aquellos); ya ni siquiera se mantiene en casos de ambigüedad. ¿Cómo sabría un lector si solo significa ‘en soledad’ o ‘solamente’? El contexto se lo dirá. A menudo el problema con estos casos de anfibología es observar los ejemplos fuera de su contexto. Y, en todo caso, para quienes escribimos y editamos siempre está la otra solución: arreglar la oración y el contexto y decir las cosas de otra manera, quizás más elegante.

Este era un cambio que se veía venir, aunque ha sido polémico. La regla sigue siendo opcional, en particular en aquellos países en donde hay un gran apego a esta tilde. En otros, por el contrario, será un alivio.

Tilde en monosílabos
Ya desde la edición anterior de la Ortografía (1999) se había suprimido la tilde en monosílabos que la habían mantenido tradicionalmente, como guion, fie, hui, Sion, riais que antes de 1999 se escribían guión, fié, huí, Sión y riáis. El dictamen era sencillo: “se considera que no existe hiato –aunque la pronunciación así parezca indicarlo–, sino diptongo o triptongo” (p. 46). Sin embargo, todavía se admitía el uso de la tilde puesto que las reglas ortográficas anteriores la recomendaban. Según parece, ahora ya la tilde se ha perdido definitivamente.

Esta regla no afecta los acentos diacríticos; es decir, los acentos cuya función es diferenciar significados distintos. Algunos de estos casos son: el/él, tu/tú, mi/mí, te/té, mas/más, si/sí, de/dé, se/sé.

La única tilde diacrítica que se ha perdido es la o entre dos cifras (números). Se considera que esta es una regla ya no aplica, puesto que los modernos sistemas informáticos permiten distinguir claramente entre una letra o y un cero. Por lo tanto, ya no es admisible escribir “5 ó 6”, sino que se escribe “5 o 6”.

Mayúsculas de términos genéricos antepuestos a nombres propios
Las mayúsculas de términos como golfo de México y calle Felipe IV siempre han dado problema. La nueva ortografía asume una posición clara: la mayúscula se elimina definitivamente. Habrá que leer la nueva edición para ver los alcances de esta norma. Hasta ahora se admitía que canal de Panamá se escribía con minúscula fuera de Panamá, pero con mayúscula en ese país, debido a que al papel central del canal en la historia y vida económica de la nación. Lo mismo ocurría con la península ibérica, (Península Ibérica para los españoles). Habrá que ver la nueva regla y comenzarla a aplicar a los accidentes geográficos locales, como golfo de Nicoya.

Catar, Irak y cuórum
Sí, leyó bien: cuórum. Confieso que Catar me resulta un país exótico, lejano de mi geografía cotidiana, e Irak ya estaba acostumbrada a verlo escrito de esta manera. Pero quorum (que a partir de ahora, si uno quiere emplearlo, deberá escribirlo en cursiva y sin tilde) sí me resulta extraño en su nueva versión castellanizada: cuórum. Esta decisión se ha tomado para dar congruencia a la nueva decisión de aceptar la letra k como plenamente española y para evitar que la letra q, cuando no esté en combinación con la u (como en queso) también represente el fonema /k/. Por lo tanto, solamente las letras c en posición inicial y k tendrán esta función.

Palabras extranjeras
Toda palabra de procedencia extranjera sin adaptación al español se escribirá en cursiva y sin acentos. Esto se aplica a palabras y expresiones latinas no castellanizadas, como ex cathedra, casus belli y deux ex machina. Suponemos que las ya castellanizadas mantendrán su forma adaptada, como ibíd y et álii.

En síntesis
La nueva ortografía ratifica más cambios de los que propone, a juzgar por estos avances. Habrá que esperar la publicación definitiva para conocer los detalles, las minucias y los análisis. La esperanza es que haya ganado en coherencia y haya avanzado, para bien, en la desambiguación de muchas de sus antiguas contradicciones.

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Bienvenida a la nueva ortografía del español

Ya está circulando una lista de los cambios más significativos de la nueva ortografía de la Real Academia Española, desde el pasado 29 de noviembre también avalada por las academias del continente americano.

La nueva ortografía ha sido descrita por sus responsables de la siguiente manera: razonada, amplia y exhaustiva, coherente, simple, moderna, panhispánica e innovadora. Si en verdad logra esta ambiciosa descripción, solo se podrán comprobar cuando la obra esté publicada.

Ochocientas páginas de justificación
Actualmente rige una ortografía de 161 páginas. La publicación que en este momento está en prensa supera, según dicen, las 800 páginas. Sin embargo, no aumenta su tamaño por la cantidad de innovaciones, sino por ofrecer un desglose de los criterios y razones sobre los que se fundamentan las decisiones y por atender áreas grises en donde ninguna publicación anterior había emitido criterio. En este sentido, esperamos con avidez los nuevos capítulos dedicados a las mayúsculas y minúsculas, los nombres propios, las expresiones originarias de otras lenguas y la ortotipografía.

La principal novedad, por lo tanto, no es cuánto modifique el sistema ortográfico español, sino cuánto contribuya a clarificar las escuetas reglas que, hasta la fecha, han dejado vacíos de interpretación y han obligado a gastar horas innumerables (e irrecuperables) en determinar cómo se escribe en nuestra lengua el nombre de tal o cual país o, lo que es peor, si tal palabra lleva o no mayúscula.

La nueva ortografía inclina pero no obliga
Otra novedad que los periodistas difunden de manera absolutista y parcial es la aceptación de que la norma se sugiere pero no se impone. Sin esta condición, difícilmente la Academia Mexicana de la Lengua habría aprobado la pérdida de la tilde en los demostrativos (éste, ése, ésos, aquél, aquéllos…) y en el adverbio solo (antes sólo). Esa academia ha sido, durante el largo debate que precede esta ortografía, la más resistente a este cambio. (Me consta la vehemencia con que los mexicanos defienden estas dos tildes; no me consta el debate académico porque no estuve ahí). El asunto se ha resuelto de una forma salomónica, o dicho en palabras de Humberto López Morales, secretario de la Asociación de Academias de la Lengua, “si alguien cree que se va a morir si no le pone el acento a ‘solo’, pues antes de que se muera pues póngale el acento”.

La norma se acepta o se rechaza, pero dentro un rango de acción. Por ejemplo, no puedo, por puro gusto, escribir “zohlo” simplemente porque “la nueva ortografía no es obligatoria”. Si así lo hiciera (que podría estar en todo mi derecho individual), surge la otra pregunta: ¿quién me entendería? La norma cumple una función homogenizadora y contribuye a garantizar la comunicación entre zonas lingüísticas diferentes. En el mundo editorial es imprescindible. Ahora bien, la norma puede ser vertical, elegida y hasta impuesta por una institución; u horizontal, surgida de la selección popular, el gusto de las mayorías y la imposición del uso… Pero en ambos casos, sigue siendo norma.

La nueva ortografía respeta el uso. Por lo tanto, propone una norma y ahora deja en manos de las masas su aceptación en el uso. Habrá que dejar pasar el tiempo para ver cuáles sugerencias de homogenización triunfaron.

El “nuevo” alfabeto castellano
Otra novedad polémica es la supuesta desaparición de dos letras, ahora consideradas dígrafos: la Ch y la Ll. Este es un asunto de coherencia. En la ortografía de 1999 la Ch era denominada dígrafo (sonido representado por dos signos o grafos) y la Ll era denominada letra. Absurdo o errata, no lo sé; pero incoherencia, sin duda.

La ortografía, por definición, es la correcta norma (orto) de los signos escritos (grafía). Por lo tanto, rige la escritura, no el habla. Entronca con aquella por necesidad, en tanto se entienda la escritura como una representación del habla. Pero desde el punto de vista de sistemas de signos, una cosa son los signos orales y otra muy distinta los escritos.

Por lo tanto, lo que indica la nueva ortografía es la lista oficial de signos escritos del alfabeto castellano, no sus combinaciones. Si el alfabeto representase fielmente todos los sonidos de nuestra lengua, no tendríamos 27 signos alfabéticos, tendríamos 50 o 60. No lo sé. Pero siempre recuerdo una conferencia en la que una estudiante de posgrado de la Universidad de Costa Rica distinguía cerca de 17 variantes del fonema /r/ en un zona muy focalizada del Valle Central (mi memoria falla y no recuerdo la cifra exacta, pero eran muchas). No tenemos un signo para cada R distinta. Puesto que el nuestro no es un alfabeto fonético, un solo signo basta para efectos de escritura y de nomenclatura.

Así, la Ch y la Ll no desaparecen del sistema fonológico, solo de la lista oficial de signos alfabéticos únicos. Siguen existiendo pero considerados dígrafos, es decir, signos compuestos por dos letras. Por eso, un amigo mío cuyo apellido comienza con Ch, antes de tener una crisis de identidad, seguirá abreviándolo con la Ch y no con la C y tiene toda la razón en hacerlo. Que una sea letra y la otra sea dígrafo no las hace menos necesarias a las dos, ni menos eficientes en su condición de signo (ya sea simple o compuesto).

En síntesis
La nueva ortografía ayudará a aunar criterios en toda la región hispanohablante; sin embargo, apenas se está iniciando un largo camino de abierta lectura, discusión y reforma. Sin duda dentro de 10 o 15 años aparecerá una nueva ortografía en donde ya se recojan muchos de los criterios que están por emitirse.

Mientras tanto, para quienes batallamos diariamente con la norma de la escritura (no de la oralidad), esta nueva ortografía, con todo y su polémica, será un bálsamo y una gran ayuda. De mi parte, le digo: ¡bienvenida!

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