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Los títulos no llevan punto

Un error frecuente en toda clase de documentos es el uso de punto final en los títulos de un escrito. Por título no solo me refiero al nombre de una publicación o artículo, también a esas oraciones o sintagmas que encabezan apartados y subapartados dentro de un capítulo u obra.

Los títulos y subtítulos a menudo se distinguen del texto principal por sus atributos tipográficos: letras de mayor tamaño (cuerpo), de estilo diverso (cursiva, negrita, versal, versalita) y, en algunos casos, de otra familia tipográfica.

En las obras académicas, los títulos cumplen una función indispensable: organizan la información, crean anclas de lectura, ayudan a seguir la lógica del discurso, sirven como guía en el proceso interpretativo (el esfuerzo cognitivo consciente por apropiarse del texto) y son un excelente instrumento para regresar al texto en la relectura. Los títulos sirven a un propósito antes, durante y después de leer. Y si el propósito del libro es enseñar, también tienen una función durante las etapas de repasar, aprender y comprobar lo aprendido.

Para contribuir a tener libros ordenados y títulos uniformes, también es necesario considerar algunas reglas ortotipográficas:

  1. Todos los titulares se escriben con letras altas y bajas. Es decir, se usan únicamente las mayúsculas que nuestra lengua admite según sus reglas ortográficas, como los nombres propios, pero no se emplean otras mayúsculas. Es incorrecto escribir todas las palabras del título con mayúscula inicial.
  2. Ningún titular lleva punto final. En mi opinión, es un error a veces generado por la ultracorrección: creemos que el título es una oración completa, pero en realidad no lo es. El punto final lo afea, lo vuelve pesado y lo distancia del texto que caracteriza.
  3. Si el título los necesita, sí se emplearán otros signos ortográficos, como la coma y los signos de admiración e interrogación. La única excepción a esta regla la hacen las oraciones interrogativas que parecen una pregunta pero en realidad no lo son: su función es la de describir el texto que les sigue, no de interpelar directamente a quien lee. En tal caso, se podrá prescindir de los signos de interrogación.

Si los títulos forman parte de su escritura (ya sea una tesis, una publicación académica o un ensayo), recuerde estas sencillas reglas. Así, cuando remita su trabajo a la editorial o a su equipo de revisión, le agradecerán un texto más limpio y con una apariencia más profesional. Además de cumplir con las normas y ahorrar tiempo y recursos durante el proceso de edición, usted estará emitiendo otro mensaje más sutil: que conoce su oficio.

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Consejos prácticos para identificar buenos libros

Encontrar los libros más adecuados para alimentar una tesis, obra, novela o proyecto de escritura de cualquier índole es uno de los desafíos más frecuentes de quienes se inician en las artes místicas de la investigación y todavía no alcanzan, por mucho, el grado de especialistas. Se confía demasiado en las recomendaciones personales o se limita la búsqueda a las desactualizadas y saqueadas bibliotecas universitarias y las escuetas librerías locales. ¿Cómo se sabe cuáles son los mejores libros? ¿Cómo distribuyo mis pocos recursos disponibles? ¿Dónde los encuentro? ¿Cómo los atraigo hasta mi biblioteca?

El olfato para la compra de libros se entrena y desarrolla, similar al paladar de un buen catador: con una muestra, ya se sabe si vale la pena o no, si será la obra clave de la investigación o un desperdicio de dinero.

Estas son algunas recomendaciones surgidas de mi experiencia personal para adquirir libros, ya por la vía del préstamo bibliotecario o la compra en librerías físicas o en línea.

El título
Sin duda el punto de acceso es el título, muy a menudo antes del autor. ¿Por qué? Se tiene un tema en la cabeza, pero no se conoce a “las vacas sagradas” del área elegida. Muchos títulos especializados contienen palabras vinculadas con el tema de estudio. Los catálogos de bibliotecas (ahora casi todos en línea) y de librerías virtuales –así como las redes sociales de libros, recomendaciones y marcadores– son excelentes puntos de partida para localizar los futuros libros de nuestra biblioteca.

No importa si se está en Costa Rica y se consulta una base de datos española. Si el libro existe, el primer paso es averiguar que existe. Localizarlo, comprarlo y traerlo ya es mucho más fácil cuando se tienen los datos básicos de título, autor, edición y editorial; una ficha bibliográfica proporciona esa información.

El autor
Desde luego, este punto y el anterior son intercambiables y hasta indisociables. Si ya se le conoce a un autor un buen libro sobre el tema, quizás tenga otros.

Vale la pena leerse las fichas biográficas: a veces mencionan universidades, círculos de pensamiento, escuelas, obras relacionadas, nombres de colaboradores y detractores, afiliación política y otros datos de interés, ya sea para usar sus obras o descartarlas sin mayor desperdicio de recursos.

Lista de contenidos

La lista de contenidos, de un vistazo, proporciona una idea bastante amplia de los temas tratados en la obra. Entre otros aspectos, se puede valorar la terminología usada (ya se ve clara en la forma de nombrar los apartados), la estructura del tema, la profundidad en su desarrollo, hacia dónde se orienta ese título que parecía tan sugerente. Puede saberse si se trata de una obra especializada o de divulgación, una visión panorámica e introductoria, una investigación puntual y profunda, una recopilación de artículos, el resultado de años de trabajo o una ocurrencia…

Muchos libros en Amazon incluyen la lista de contenidos (mediante la herramienta “Look Inside”) o pueden consultarse parcialmente en Google Libros.

Lectura de un capítulo y páginas internas al azar

El primer capítulo es la entrada de la obra y dice mucho más que las introducciones: da pistas de cómo se abordarán los temas y de cuánto tiempo pierde el texto en nimiedades o si va directo al grano.

Para el resto de la obra, lo mejor es practicar la bibliomancia: se abre en cualquier parte y se comienza a leer ahí, sin previo aviso. Se puede ver cómo escribe el autor, cuán elaborado es su texto, cuán acertadas o descabelladas son sus afirmaciones, hasta dónde llega con cada apartado.

También vale la pena revisar cómo maneja las fuentes y referencias dentro del texto: ¿proporciona información completa o no usa citas del todo?, ¿indica en qué se fundamentan sus afirmaciones o está plagado de generalizaciones y juicios de valor?, ¿menciona pocos autores o se ve dominio de la producción científica en su campo?

Desde luego, se vale irse de cabeza a un apartado sugerente de la lista de contenidos. Así, desde antes de comprar el libro, uno sabe si llenará o no las expectativas ya generadas.

Además del ya citado Google Libros, que proporciona páginas al azar de las obras, si el libro tiene versión digital para Kindle (Amazon) se puede acceder al capítulo 1 de manera gratuita.

Las bibliografías como lista de compras

Uno de mis trucos favoritos para elegir libros son las recomendaciones de los propios libros. Un especialista cuya obra es el resultado de treinta años de investigación está muy bien informado, tanto de los precursores y autoridades de su área como de los más recientes avances. Sus bibliografías nos mostrarán una comunidad científica llena de mentes que han pasado años reflexionando sobre preguntas que nos hacemos por primera vez.

Si además comenzamos a encontrar autores repetidos en las bibliografías de varias obras, casi de seguro estaremos ante un texto indispensable (o ante una comunidad científica endogámica; también hay que tener cuidado). Las bibliografías son indicadores de las tendencias epistemológicas, del uso de fuentes primarias o secundarias y, en general, de la seriedad de la investigación.

Por lo tanto, cuando tenemos la suerte de que una obra atinada caiga en nuestras manos, uno de esos libros que leemos con entusiasmo, en ese momento debemos caer directo sobre la lista de referencias y explorarla sin remordimientos. Al final de la jornada tendremos una buena lista de obras por valorar o incluso comprar.

Los comentarios de otros lectores

Las reseñas y comentarios son información de primera mano. Ahí se encuentran recomendaciones de otros libros, advertencias, explicaciones, impresiones, juicios de valor a veces devastadores y hasta ignorancias indecibles. Muchos ahorran dinero, otros instan a gastarlo. En todos los casos, siempre es una ganancia leer las experiencias previas de personas en países distantes, incluso si uno desea buscar la obra en una librería local.

El papel de la intuición

Finalmente, en la compra de libros tiene un papel la intuición. A veces se experimenta un “no sé qué” del libro, algo en su cubierta, en lo no dicho por los comentarios, en el resumen de la contracubierta, en la foto de su responsable… Algo que hace la diferencia entre comprar o no comprar, leer y no leer…

En síntesis

Estos consejos también son válidos para artículos de revistas y tesis en formato electrónico, cada vez más fáciles de localizar gracias a las bases de datos como JSTOR y EBSCO.

Hay muchas maneras de irse armando de una biblioteca especializada, filtrada, de buena calidad, actualizada, completa y de utilidad para una investigación o proyecto. Tómese su tiempo, valore los libros con todas las herramientas posibles y no se limite: usted puede acceder a la mejor información en cualquier campo, solo tiene que encontrarla.

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Negrita, cursiva, comillas: evitar el doble subrayado

Un error frecuente en tesis y documentos de autores noveles o nunca editados es el uso del doble subrayado o doble destacado. Por subrayado no me refiero aquí a utilizar una línea debajo de la palabra, como se estilaba de manera estándar antes del uso de las computadoras, es decir, este tipo de subrayado. Me refiero, en cambio, a la necesidad de emplear más de un signo tipográfico para destacar una palabra u oración dentro del discurso escrito.

Existen varios métodos tipográficos para subrayar, destacar o mostrar que algo es distinto de alguna manera de las palabras que tiene a su alrededor. El subrayado propiamente dicho (método propio de las máquinas de escribir) casi no se emplea en la actualidad, gracias a la existencia de la cursiva y la negrita. Las comillas, ya sean americanas (“ ”) o angulares, de codo o españolas (« ») también cumplen una función tipográficamente diferenciadora: aíslan la palabra y en algunas ocasiones hasta le dan su propio tono de voz, por así decirlo. También se puede optar por las VERSALES o las VERSALITAS, y solo en casos justificados, la mayúscula inicial.

Sin embargo, en el esfuerzo del escritor por hablar a través de los signos y por mostrar las diferencias entre una palabra y las que la rodean, ocurre el error de subrayar mediante dos o más signos tipográficos.

Pongamos un ejemplo clásico: las obras literarias, cinematográficas y artísticas (con algunas excepciones, según la convención que se siga) se escriben generalmente en cursiva. Es una convención que han adoptado diversos sistemas editoriales y bibliográficos, como Chicago, APA, Cambridge y hasta la misma Real Academia Española (RAE). La encontramos incluso en las recomendaciones de las obras de maestros editores como José Martínez de Sousa y Roberto Zavala.

Usemos una película de moda, de una sola palabra: Avatar. Hay quienes podrían caer en la tentación de escribir: Avatar, “Avatar”, “Avatar” y, en algún caso extremo, Avatar, en donde mediaría inclusive un cambio de fuente.

El mismo problema aplica para las citas textuales. Las citas inferiores a 40 palabras (límite de APA) se escriben entre comillas, dentro del texto. Sobra ponerlas en cursiva. Las citas más grandes se destacan mediante márgenes diferentes y un tipo de letra más pequeño. Sobran cursivas y comillas: los márgenes y el tamaño bastan para saber, de buenas a primeras, que estas no son palabras del autor.

El escritor, ya sea de tesis o libros, deberá preguntarse –ojalá antes de comenzar a escribir y, en definitiva, antes de remitir su manuscrito a valoración– cuáles son las convenciones editoriales a las que deberá apegarse para publicar (así se trate de hacer público su trabajo a través de una biblioteca, de internet o en forma de libro impreso). Si es una tesis, deberá averiguar, en su facultad o universidad, a cuál sistema bibliográfico deberá apegarse y adquirir el manual correspondiente, en donde este tipo de detalles aparecen estipulados. Si escribe para una editorial, deberá solicitar el manual de estilo de la casa o pedir ayuda de su editor.

Pero aun si se escribe en soledad, para uno mismo, la norma de la lengua es clara: únicamente se necesita destacar una vez. Lo demás sobra y se vuelve grito tipográfico.

Por eso, antes de sobrecargar su página escrita con signos que se acumulan unos sobre otros, recuerde la regla de nunca aplicar doble subrayado.

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