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"Al César lo que es del César…"

Las empresas editoriales se sitúan en un mundo fronterizo: entre la empresa, con todos sus requisitos comerciales, monetarios y materiales, y la cultura, con toda nuestra visión de ser ese algo intangible, sagrado, elevado que está, de alguna manera, exento de las necesidades económicas del mundo material.

El imaginario occidental está atravesado por la (ir)reconciliable separación entre cuerpo (carne, pecado) y alma (manifestación divina, pureza) que proviene de aquellas antiguas traducciones al latín de las palabras del autodenominado apóstol Pablo. Bien entendidas o mal entendidas sus palabras originales, los padres de la Iglesia que vinieron después le dieron forma al conflicto dialéctico interno —a nosotros heredado— que se deriva de entender el mundo como una lucha dualista entre el bien y el mal, entre el espíritu y la carne, entre lo inmaterial y lo material.

Y ahí, en el centro de ese dualismo, el libro emerge como la síntesis de ambas: material en su forma externa, es también intangible en su dinámica interna. Así, denominamos «libro» a la inmaterial «obra», la que solo existe y puede existir en la mente del autor y del lector, en los actos de representación de los actores, en el performance de su re-creación por un sujeto humano; y, con la misma palabra, denominamos a cualquiera de sus copias físicas, tangibles, manufacturadas, hechas de papel (o de cualquier sustrato palpable, aun el electrónico), con caracteres impresos y visibles.

El libro-obra en sí mismo no es, en realidad, vendible, transferible, ni siquiera reproducible; es único para cada sujeto en el momento en que lo vive, experimenta, lleva a la vida.

El libro-objeto, en cambio, sí lo es. Ahí aparece el dilema: ¿vender o no vender libros? ¿Lucrar o no lucrar con los libros? ¿Obtener o no obtener beneficios materiales del intercambio material de los libros?

Si las divisiones maniqueas pos paulistas no hubiesen prevalecido a las de su maestro, Cristo, quizás no tendríamos tanto conflicto. Digamos ahora, con toda propiedad: «Al César lo que es del César…». Mientras sigamos viviendo en una sociedad basada en el intercambio monetario y en una dimensión física, realista tangible; mientras sigamos teniendo cuerpos físicos que se mueven en un mundo físico y no metafísico, no tenemos más remedio que jugar con las leyes de la realidad: hacer libros cuesta mucho y cuesta dinero. Para que la empresa editorial pueda sobrevivir en el mercado, y para que el libro intangible pueda seguir vivo, no queda más que lidiar con las reglas del César.

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Responsabilidad social de la empresa editorial

La editorial es una de las empresas culturales con mayores oportunidades de servicio, dados sus alcances, sus posibilidades, la inclusividad de sus tecnologías, su propia naturaleza. La editorial es también una de las empresas culturales por excelencia de la educación, de la transmisión de conocimiento, de la promoción del saber y de la difusión de las formas de pensamiento constitutivas de las sociedades, de la humanidad presente y futura, de los proyectos de nación, del desarrollo y del bienestar general. El libro es más que un objeto de cultura: es uno de los componentes básicos de la evolución humana.

De esta manera, la empresa editorial es un instrumento de la difusión de ideas, de la propagación de ideales, del esparcimiento de propuestas para mejorar la realidad inmediata de sus lectores y de la sociedad en la que viven. Tiene una responsabilidad social indiscutible, incluso si ha elegido lo opuesto: aunque sus fines fueran exclusivamente lucrativos, nadie que compre y lea sus libros quedará incólume y, por lo tanto, lo que en esas páginas se diga y se reproduzca por miles tendrá también un impacto y unas consecuencias de las cuales el editor es, a su vez, responsable, debido a su participación en haber dado a conocer la obra.

Vista de esta manera, la rentabilidad económica es una manera de sostener materialmente la labor más elevada a la que se responde. La autosostenibilidad y el lucro de la empresa editorial no es un pecado: es un deber; es la forma de garantizar la capacidad material de seguir proporcionando un servicio al entorno. Sin dinero, no hay más libros; sin más libros, no se contribuye a la evolución humana. La decisión es simple, ¿no?

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