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Recomendaciones bibliográficas: José Martínez de Sousa

En este blog las obras de José Martínez de Sousa han sido continuamente citadas o referidas. Hoy hacemos un alto para comentarlas, debido a su valioso aporte y por tratarse de herramientas indispensables para el quehacer editorial.

La biografía y obras de este autodidacta incansable pueden consultarse en su página web: http://martinezdesousa.net/. Se describe a sí mismo según las profesiones de la palabra que ha ejercido: lexicógrafo, bibliólogo, ortógrafo, ortotipógrafo y técnico editorial. Pero le falta mencionar escritor, aunque ninguna de sus obras es de ficción. Algunos de sus libros, declara, surgieron para cubrir sus propias necesidades de conocimiento. Lejos de guardárselos para sí, los compartió con el mundo y hoy ninguna biblioteca de corrección está completa sin sus publicaciones.

La bibliografía de Sousa es extensa: en su página web, detalla veinticuatro libros publicados desde su primera versión del Diccionario de tipografía y el libro, en 1974. Pero muchas obras han ido experimentando reediciones, fusiones, reestructuraciones y renovaciones. Otras ya no se consiguen, excepto en el mercado de libros usados y hay que mandarlas a traer a recónditas librerías especializadas.

Los títulos más relevantes se distribuyen gracias a los esfuerzos de Ediciones Trea, una editorial comprometida con la publicación de obras fundamentales en el campo profesional de la edición y la corrección de textos. Dos de sus títulos también están vivos en el catálogo de Ediciones Pirámide.

Por lo tanto, si uno está apenas iniciando su biblioteca de corrección y edición, por razones prácticas, no podrá aspirar a comprar todas sus obras de una sola vez; una tarea no solo difícil por los problemas de distribución de obras españolas en América Latina, sino por el elevado costo de cada ejemplar. Habrá que elegir y priorizar. Para ayudar en esa tarea, a continuación detallo algunos de los libros que conozco y tengo acceso para que usted pueda organizar su presupuesto e iniciar la cacería. Los pongo en mi orden de preferencia. Mi criterio no es científico sino de uso: son los libros que día a día utilizo, como las herramientas básicas de mi oficio.

Manual de estilo de la lengua española (MELE)

Esta es quizás la obra esencial, la obra, si uno está directamente involucrado en el tema de la edición como tal. La tercera edición (2007) tiene 752 páginas, pero ya Trea tiene a la venta la cuarta edición (2012), con 775 páginas, revisada y aumentada. El MELE toca muchos temas que otros manuales evaden, siempre desde la perspectiva de Sousa, bien fundamentada en una visión crítica y una experiencia inigualable.

Ficha completa del libro: http://www.trea.es/ficha.php?idLibro=00000052

Ortografía y ortotipografía del español actual

Aquí se profundiza en temas que el MELE no puede tocar o apenas roza. Es una herramienta vital de corrección, puesto que ingresa en los tortuosos caminos de la mayúscula, minúscula, ortografía técnica, ortografía bibliológica, puntuación, acentuación, onomástica… La lista es gigantesca y se extiende por 563 páginas. Con este título, Sousa nos enseña que la ortografía no se reduce a las reglas de la tilde y a la puntuación. La ortografía y la ortotipografía son especialidades tan complejas y meritorias como cualquier otra rama de la lingüística o la gramática.

Esta obra, ya en su segunda edición (2008), incorpora y actualiza íntegramente el Diccionario de ortografía técnica (1987), publicado en su momento por la Fundación Germán Sánchez Ruipérez.

Ficha completa del libro: http://www.trea.es/ficha.php?idLibro=00000268

Diccionario de uso de las mayúsculas y las minúsculas

Esta obra lúcida, hija de la necesidad, es el sueño de cualquier profesional de la corrección. Sobre todo cuando se está comenzando, se pasan horas angustiosas ante la pregunta de si tal o cual palabra se escribe con mayúscula o no. Autores, escritores de todo tipo, estudiantes de tesis, periodistas… quizás no haya una sola persona que acuda a la mayúscula como un instrumento para destacar lo que le parece de mayor relevancia por alguna razón superflua y sin justificación lingüística, semántica o comunicativa. Para cada mayúscula, se pueden perder horas preciosas, mientras se consultan diccionarios normativos y de uso, reglas genéricas, ortografías de todas clases… Sousa ha dado el salto cualitativo y ha sistematizado en un diccionario, práctico por definición, las palabras de más frecuente duda en la mesa de corrección. ¿Cuánto tiempo ahorra este diccionario? ¿Cuántas horas laborales y recursos institucionales valiosos se recuperan gracias a herramientas como estas? Por lo tanto, este diccionario, ya en su segunda edición (2010) vale cada centavo y más.

Ficha completa del libro: http://www.trea.es/ficha.php?idLibro=00000786

Diccionario de bibliología y ciencias afines

La tercera edición de este diccionario (2004) es una joya en la que su autor además aprovechó para incorporar otras publicaciones previas y afines entre sí, como el Diccionario de tipografía y artes gráficas, a su vez heredero del Diccionario de tipografía y del libro (1974). También incluye gran cantidad de terminología lexicográfica tomada del Diccionario de lexicografía práctica (1995) y terminología periodística tomada del Diccionario de información, comunicación y periodismo.

Ficha completa del libro: http://www.trea.es/ficha.php?idLibro=00000317

Diccionario de dudas y usos del español actual (DUDEA)

Con su capacidad crítica de siempre, Sousa toma en cuenta otras obras, incluido el Diccionario Panhispánico de Dudas (2005), y aporta su criterio sobre un significativo corpus de palabras dudosas. A menudo, un vocablo muy técnico o especializado (con ese tipo de interrogantes bizarras, exclusivas del mundo editorial) puede eludir grandes y respetables diccionarios y, sin embargo, encontrar un lugar en esta obra singular.

Ficha completa del libro: http://www.trea.es/ficha.php?idLibro=00000268

Manual básico de lexicografía

Este manual no solo es útil para académicos del campo de la lexicografía. Es una guía actualizada y atinada en el complejo reto de diseñar la ortotipografía, estructura y formato de un lexicón, diccionario o glosario. Comprende la temática inicialmente desarrollada en el Diccionario de lexicografía práctica (Barcelona: Bibliograf, 1995).

Diccionario de redacción y estilo

Esta útil herramienta ayuda a despejar diversas dudas sobre terminología de la redacción y corrección. Se consigue en su tercera edición (2003) en Ediciones Pirámide.

Manual de edición y autoedición

En este libro se abandonan las fronteras del texto y se ingresa en la página, como un espacio vivo, dinámico, móvil, en donde el texto se convierte en bloque, columna, título, encabezado, pie, figura, tipografía… Una introducción muy completa para quien desee ingresar en el campo de la creación y producción de libros; y una obra de consulta cuando se finaliza el texto y se inicia la edición gráfica. La segunda edición (2005) está disponible en Edificiones Pirámide.

En síntesis
La bibliografía de Sousa no se acaba en las ocho obras aquí reseñadas, pero analizarlas todas es tarea de otro libro, no de un artículo de blog. Búsquelas, adquiéralas, revíselas, absórbalas, critíquelas y, desde el camino adelantado por este maestro de las artes del libro, fórmese su propio criterio. Sin duda, su labor editorial será más rica y profesional si dispone de esta biblioteca.

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Recomendaciones bibliográficas: Diccionario de uso de María Moliner

El pasado 23 de enero se cumplieron treinta años de la muerte de María Moliner, mujer extraordinaria cuyo “único mérito”, decía ella, había sido su diccionario. Sin duda no fue ese el único mérito de su vida, pero la suya es una de las obras más novedosas de la lexicografía española contemporánea y una obra imprescindible en la biblioteca de editores, escritores y correctores.

La primera edición del diccionario tomó quince años y vio la luz en 1966 y 1967. La autora siguió trabajando hasta su muerte en 1981, sin ver la segunda edición. Con base en sus lineamientos y correcciones, a través del Seminario de Lexicografía creado en 1994, la Editorial Gredos publicó la segunda edición en 1998.

La tercera y más reciente edición vio la luz en 2007, cuarenta años después de la primera versión de esta obra. La tercera edición respeta la estructura y el espíritu de la obra original, pero revisa la notación, actualiza los contenidos, se adapta a las nuevas condiciones sociolingüísticas de la época y emplea las tecnologías lexicográficas disponibles, como los corpus informatizados y otros recursos de la Red.

Esta edición se compone de 90 045 entradas y casi 190 000 acepciones y subacepciones, según declara en su prólogo. Se le añaden apéndices de mucho valor, como el apéndice III, con más de 4000 topónimos y gentilicios, que se le añade al ampliado y revisado de nombres botánicos y zoológicos.

Además incorpora un amplio vocabulario para referirse a las nuevas tecnologías, música actual, terapias alternativas, medicina y cosmética, deportes y gimnasia, otras culturas, alimentación y platos exóticos, vida económica y política, coloquialismos y gran cantidad de americanismos.

La versión digital también ha sido mejorada para la tercera edición. Su primera ventaja es que está disponible para tres plataformas: Windows, Macintosh y Linux. El programa es mucho más estable y versátil que la versión previa; una herramienta valiosísima para buscar con otros criterios además del alfabético: terminaciones, inicios de palabra, nombres científicos, etimologías, categorías, áreas de uso, especialidades, registro, vigencia… El buscador es complejo y requiere de una curva de aprendizaje; aun así, es un valor agregado para una obra ya de por sí monumental y de utilidad innegable.

Este es uno de esos diccionarios que debe verse como inversión y no como gasto (aunque claro, es una inversión cuantiosa, no lo niego). Si no tiene la posibilidad de comprar la versión en papel, al menos haga el esfuerzo de obtener la versión digital, o visite una biblioteca cercana. Esta obra no debería faltar en los estantes de referencia de las editoriales, bibliotecas (cualquiera que sea su especialidad), correctores, editores, traductores, especialistas en lengua y cualquier personas cuyo interés en el campo de la palabra trascienda la mera curiosidad.

Artículos relacionados

Con respecto a las características y funciones de los diccionarios de uso, ver “Esta palabra no está en el diccionario…”.

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Esa palabra no está en el diccionario…

“Esa palabra no está en el diccionario; por lo tanto, no existe”. Los especialistas en lengua escuchamos esta expresión a menudo.

El usuario común con frecuencia emplea el diccionario como la máxima fuente de autoridad para decidir cuáles vocablos “existen” o no en nuestra lengua. ¿Y por qué no? Al fin y al cabo todo diccionario tiene muchos paralelos con el libro que en nuestro imaginario colectivo es la representación arquetípica de la autoridad: la Biblia. Para un usuario común, el diccionario se muestra como una obra anónima (nadie sabe quién lo hizo en verdad, bien podría haber sido Dios), circula entre nosotros desde hace siglos, es tan voluminoso como una biblia y tiene el respaldo de un órgano supremo de autoridad que es la fuente de la ley (para la Biblia, Dios; para el diccionario, la Real Academia).

Pero la realidad de la lengua es otra: cientos de palabras ven la luz diariamente entre los más de cuatrocientos millones de hablantes de español alrededor del mundo. La vida, las tecnologías, las necesidades de comunicación… todo cambia. Las palabras también necesitan adaptarse a la vida; no pueden quedarse rezagadas en describir un mundo desaparecido hace siglos mientras hay personas vivas, aquí y ahora, tratando de hacerse entender entre ellas.

Para que una palabra vea la luz y permanezca en la lengua, debe reunir al menos tres condiciones no obligatorias ni exclusivas:

  1. Derivar naturalmente de las reglas de formación de palabras en su lengua. Los morfemas (esas pequeñas partículas que se adhieren a los núcleos semánticos de las palabras) son modificadores versátiles y utilísimos. Así, un sustantivo se toma en préstamo de otra lengua, como blog, y pronto los usuarios se ven en la necesidad de crear un verbo para describir la acción de publicar artículos en blogs: bloguear.
  2. Ser adoptada por un número significativo de hablantes. A veces es difícil rastrear quién fue el primero en usar una palabra. Quizás no fue una sola persona, sino muchas a la vez; porque las palabras se crean según una lógica coherente. Pero cuando el uso de un vocablo se ha extendido lo suficiente, adquiere identidad y se filtra en el hablar por derecho propio. Por “número significativo” no me refiero a un grupo de académicos en los corrillos de una pequeña universidad y todos sus desafortunados estudiantes, o a los integrantes de algún grupo suburbano. Me refiero a masas de hablantes, a una palabra empleada cientos de miles de veces sin cuestionamiento, a algo que deja de “sonar mal” y pasa a ser algo que “se dice así”.
  3. Tener difusión en el espacio y en el tiempo. Si las palabras no encuentran hablantes nuevos para seguir siendo enunciadas, su vida puede ser efímera, quizás hasta desaparezcan antes de ser registradas por un diccionario. Por eso, tantos escritores tienen éxito en inventar palabras: si sus obras se difunden (ya sean best sellers o long sellers), sus neologismos se difunden con ellas. Isaac Asimov contaba entre sus méritos haber acuñado el término robótica.

Solo cuando una palabra ha sobrevivido estas tres condiciones, la última especialmente, puede ser que se abra paso hasta la pluma de algún lexicógrafo (los especialistas en el estudio del léxico; es decir, de las palabras) e ingrese en la próxima edición de algún diccionario.

Por esa razón, cuando un científico de la lengua toma el diccionario para buscar una palabra, no dice “esta palabra no existe”, sino “esa palabra no ha sido registrada en este diccionario”.

Y es que no existe tal cosa como el Diccionario (con mayúscula, un diccionario total) en donde esté registrada la Lengua (también con mayúscula, como si fuese una entidad universal y divina). Nuestros diccionarios son la obra minuciosa de hombres y mujeres que pacientemente bucean en toda clase de fuentes orales y escritas en su cacería de palabras “nuevas”, todavía no registradas. Aunque las primeras versiones de un diccionario pueden ser hijas de una sola alma dedicada, como el célebre diccionario de María Moliner, con el tiempo pasan a formar parte de la herencia cultural y quedan bajo el cuidado de equipos de personas que cambian con los años y se suceden unas a otras.

Los diccionarios académicos –es decir, los diccionarios bajo el cuidado y la autoridad de una academia de la lengua– son los más conservadores de todos: el ingreso de palabras nuevas puede tomar décadas y la salida de palabras obsoletas toma siglos. De ahí que estas obras, aun cuando ostenten la máxima “autoridad” en el mundo de los diccionarios, son también las menos confiables para afirmar si una palabra “existe” o no en una lengua.

¿Qué hacer entonces si la palabra no aparece en el diccionario de la Real Academia? En mi caso, suelo hacer lo siguiente, en este orden:

  1. Consulto diccionarios de uso: Diccionario de María Moliner (Gredos), Diccionario de uso del español de América y España (Vox) y Diccionario de uso del español actual Clave (SM).
  2. Si la palabra no aparece, consulto los corpus de la lengua: grandes bases de datos que reúnen palabras en su contexto. Tienen el inconveniente de estar limitados a las posibilidades del equipo de investigadores que los mantienen y a la actualización de las fuentes que empleen. Hay tres muy útiles y en línea: el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA), el Corpus Diacrónico del Español (CORDE), ambos de la Real Academia Española, y el Corpus del Español de Mark Davies.
  3. Si aún así no aparece, utilizo Google y empleo mi mejor criterio para interpretar la información estadística de este buscador. Hay que descartar la aparición de vocablos similares pero no idénticos, el uso del vocablo bajo acepciones distintas a la usada en el manuscrito y el uso del vocablo en contexto. No basta con decir “hay tantas apariciones” y dar esto como dato final.
  4. Y si aún así no aparece… hay que acudir a los métodos del investigador minucioso: buscar hablantes, entrevistar gente, tratar de averiguar qué significa y cómo se usa… La imaginación es el límite para el investigador insaciable.

Al final del día, el objetivo del corrector será determinar si esa palabra extraña y ajena a sus oídos –que ha emergido en el borrador de una obra con aspiraciones de publicación– realmente existe fuera del manuscrito y es, en efecto, una palabra viva, nueva, lista para darse su lugar en el mundo escrito. Solo pasadas las pruebas, se podrá afirmar con certeza cuáles palabras deberán corregirse sin misericordia: las que sí son deformaciones hijas de la ignorancia y de la pereza por averiguar cuál era la mejor manera de expresarse en la lengua de uno.

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Recomendaciones bibliográficas: Diccionario de ideas afines

Seguramente me faltan muchos diccionarios de sinónimos por conocer; pero, hasta la fecha, mi favorito es el Diccionario de ideas afines de Fernando Corripio, ya en su segunda edición (2007).

Este no es un diccionario de sinónimos en el sentido estricto. Es un diccionario ideológico; es decir, que agrupa las palabras según sus relaciones, no siempre de proximidad, sino incluso de total antagonismo (antónimos).

Recomiendo la obra de Corripio porque es una obra que parece sencilla –a primeras vistas no se distingue de un diccionario común de sinónimos– y, sin embargo, es una poderosa herramienta para visualizar grupos de ideas y campos semánticos. De esta manera, cuando se está escribiendo y, sobre todo, reescribiendo, este diccionario revela palabras, cercanas o concomitantes a aquella que primero ha venido a la mente; quizás garabateada en el primer borrador, pero todavía imprecisa, falta de elegancia o reiterada hasta el hartazgo en esas versiones primitivas y a veces vergonzantes de todo texto en sus primeras etapas de gestación.

El diccionario incluye unos 3000 artículos principales, cerca de 25 000 entradas secundarias y, en total, agrupa más de 400 000 voces. Se ve pequeño en el estante, pero es, lo digo por experiencia y no proselitismo, la mejor obra castellana en su género que ha llegado hasta mis manos.

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Recomendaciones bibliográficas: Diccionario Panhispánico de Dudas

Con este artículo, formalmente inauguramos una nueva sección en este blog dedicada a hablar sobre libros indispensables en la biblioteca de un editor y de un escritor. Iniciamos con el Diccionario Panhispánico de Dudas por tratarse de uno de los mayores aciertos de la Real Academia en los últimos años, si bien todavía reconocemos la necesidad de mejorarla y llevarla más lejos de sus actuales alcances.

¿Qué es el Diccionario Panhispánico de Dudas (DPD)?

Este diccionario es una obra de referencia esencial en la biblioteca del editor. A diferencia de un diccionario exclusivamente léxico, como el Diccionario de la Real Academia (DRAE), el DPD atiende directamente las zonas de duda, tanto en el campo léxico, como en la sintaxis, la morfología, la ortografía y, tímidamente, en la ortotipografía.

Un precedente inmediato es la obra de Manuel Seco, quien también se dirigía específicamente a la atención de dudas de la lengua. Lo que hace valioso el DPD es la colaboración de las academias del continente americano y, desde luego, su oficialidad.

¿Qué contiene este diccionario?

Una de sus ventajas es que integra contenidos que antes solamente se encontraban en obras como la Ortografía o la Gramática, pero ordenados alfabéticamente bajo un lema descriptor.

Por ejemplo, en este diccionario podremos encontrar las reglas de uso de las mayúsculas en la entrada “mayúsculas”, los usos de la coma en la entrada “coma”, las reglas de acentuación (tilde) en la entrada “acento” y los múltiples usos sintácticos del pronombre relativo que en la entrada “que”, con remisiones a otras entradas también de interés como “queísmo” y “dequeísmo”.

Entre sus múltiples contenidos, podemos enumerar los siguientes:

  • Artículos temáticos: uso de signos ortográficos, sintaxis, abreviaturas, siglas y siglomas…
  • Palabras concretas que plantean dudas en aspectos morfológicos: plural, femenino
  • Neologismos, extranjerismos, topónimos y gentilicios, latinismos
  • Pronombres, adverbios, verbos, artículos, preposiciones…
  • Concordancia
  • Fenómenos lingüísticos particulares: queísmo, dequeísmo, voseo, leísmo/laoísmo/loísmo
  • Tipos de oración: oraciones impersonales y pasiva refleja
  • Numerosas construcciones y locuciones
  • Voces dudosas: voces similares que se confunden en el uso, voces usadas con sentido impropio, calcos semánticos
  • Reglas generales de conjugación verbal
  • Listas de abreviaturas, símbolos, nombres geográficos y gentilicios

¿Cómo se usa este diccionario?

A pesar de sus múltiples ventajas, el DPD tiende a intimidar a los usuarios novatos y al público general no especializado en el campo de la lengua que, de repente, quisiera resolver alguna duda. O como me lo dijo alguien una vez: “No uso este diccionario porque nunca logro llegar a lo que busco”.

Sin duda algunos conocimientos de lingüística son deseables para utilizar esta obra, puesto que facilitarán la búsqueda. Habrá más oportunidades de encontrar las recomendaciones para evitar el dequeísmo, si ya se tiene una noción previa de lo que este concepto significa.

Ahora bien, si uno es un principiante, el diccionario mismo le irá proporcionando los conceptos para su uso. Desde mi experiencia, puedo dar las siguientes recomendaciones:

  1. Saber qué esperar del diccionario. Conviene familiarizarse con el tipo de lemas que incluye, las temáticas que toca y la manera de abordarlas. Bastaría con leer algunas páginas al azar y hacer un análisis de cada entrada. Por ejemplo, si se busca teoría amplia sobre la formación de palabras compuestas y de formación de palabras a partir de un prefijo, será más útil acudir a una obra de gramática (los capítulos de la Nueva gramática de la lengua española en este tema son particularmente profusos). Sin embargo, si específicamente se está buscando información sobre las palabras formadas con el prefijo “auto-”, se podrá consultar ese lema en el DPD.
  2. Ponerse en los pies del otro. Basta un poco de imaginación y preguntarse, desde la lógica de quienes organizaron el diccionario, ¿en dónde podrían haber situado lo que busco? Por ejemplo, si quiero saber cómo se escribe Navidad (con mayúscula o minúscula), no me aparecerá ninguna entrada “Navidad”, pero sí encontraré ese ejemplo en la entrada “mayúsculas”.
  3. Seguir las pistas. Una herramienta esencial en todo diccionario es la remisión. Se le llama así a esas líneas de cruce que todo diccionario debe tener, las pistas que le da al lector al indicarle en qué otras entradas del diccionario podría encontrar lo que busca. En el DPD, esto se expresa mediante una flecha (versión impresa) y un hipervínculo (versión en línea). Así, bajo la entrada “ligustre” veremos “⟶ ligustro”. Por lo tanto, la información se sitúa bajo la entrada “ligustro”, en donde también se explica “ligustre”. El diccionario puede remitir a artículos adyacentes, artículos completamente distintos o incluso a apartados dentro del mismo artículo.
  4. Leer periódicamente las entradas más extensas. Hay entradas que merecen ser leídas como un buen libro de texto. Las reglas de las preposiciones, los acentos, los fenómenos lingüísticos, el plural, las mayúsculas, la coma… Leerlas le ayudará al corrector a refrescar conocimientos, al editor a conocer reglas que no se imaginaba y al lector general a familiarizarse con los pormenores de la carpintería y mecánica de la lengua.
  5. Tomar notas. Me gusta llevar mi propia base de datos, organizada por mí, bajo las etiquetas en las que podré localizar luego la información, según mis propios recuerdos y experiencias. Así, cada usuario puede tener su mini DPD, a la medida de sus preguntas frecuentes y usos dudosos. Cada quien utilizará para esto las herramientas más a su gusto: cuaderno de notas, base de datos bibliográficas con apuntes de citas, extractos en documentos de texto o incluso la ayuda de programas para el manejo de bases de datos de investigación, como el DevonThink. El hecho de que el DPD se encuentre libre y gratuito para su consulta en línea facilita esta acción.

¿Por qué me conviene consultar el DPD?

Esta es una obra muy reciente (2005) en donde la Academia comienza a girar sus políticas. Más abierta y tolerante que los diccionarios de hace treinta años, el DPD considera los usos en otras zonas geográficas y tiende a cierta tolerancia. Esto a veces puede volver locos a quienes esperan una obra normativa absoluta, sin ambigüedades; pero nos facilita la vida a quienes creemos en el respeto por la expresión lingüística de cada pueblo.

El DPD da cuenta de criterios nuevos, algunos más tolerantes, en relación con el DRAE, registra algunos usos en el español de América, propone grafías para avanzar hacia la normalización y arbitra en diversos puntos sobre los que no había pronunciamiento previo.

¿Qué cuidados se debe tener en la consulta del DPD?

Cada año que pasa, la obra se desactualiza un poco y conviene, siempre, consultar las obras más recientes (en este momento, la Nueva gramática). Además, muchas de las normas del DPD son en realidad propuestas, no siempre las más felices, y, desde luego, no necesariamente las más aptas para nuestro público y entornos lingüísticos inmediatos. Siempre se necesita del criterio del lingüista y el editor para determinar si se acoge o no la recomendación, especialmente aquellas en donde se detectan contradicciones.

¿Dónde consigo el DPD?

En cada país hay librerías en donde se encuentra esta obra a un precio relativamente accesible para el tipo de obra que es. Pero aun cuando uno disponga de la versión impresa, la versión gratuita en línea (www.rae.es) es una herramienta indispensable, debido a la forma tan veloz en que se consulta y a la posibilidad de copiar y pegar, en nuestra base de datos personal, la información de interés.

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