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¿Se puede hacer corrección de pruebas en la computadora?

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Las nuevas tecnologías han transformado la corrección de estilo en unos pocos años. Las funciones del control de cambios de Word, el uso de macros para la automatización de tareas repetitivas y hasta la posibilidad de realizar comentarios y correcciones sobre archivos PDF han sido tan solo algunas de las innovaciones que han llegado a convertirse en labores cotidianas. Sin embargo, la tecnología adecuada para emular la corrección de pruebas ha sido un poco más lenta, en especial, porque es una de las actividades más vinculadas al papel, por sus propias características. La corrección de pruebas tradicional es un ejercicio a mano alzada, muy libre, dominado por completo por la lectura detallada de la hoja, el trazo en el papel y la mesa de trabajo, con toda la ergonomía que esto supone.

La corrección en computadora es torpe en comparación: el lapicero debe reemplazarse por un mouse o ratón cuya manipulación no se asemeja en nada a un lápiz o bolígrafo. Cada anotación exige la selección previa de una herramienta, con lo que varios clics anteceden el acto mismo de anotar. Pasar de insertar una marca a poner un comentario o hacer una línea para encerrar una palabra no es tan fácil como hacerlo con la mano. La interfaz de corrección no está diseñada para emular la escritura y obliga a una curva de aprendizaje, una adaptación y algo de paciencia.

Las ventajas

Quienes logran adaptarse a este proceso digital, reportan muchos beneficios: la posibilidad de eliminar o modificar un comentario sin alterar la hoja, una mayor comprensión por parte de sus colaboradores sobre las correcciones que se deben insertar, ganancia de tiempo al poder intercambiar los archivos de manera digital sin la intermediación de mensajería o tener que desplazarse físicamente para obtener la copia impresa.

Un punto a favor de este método de corrección es la posibilidad de generar informes detallados de las observaciones realizadas, lo que algunos programas pueden realizar con toda facilidad.

Las desventajas

Corregir textos de una gran extensión, por completo en la computadora, mediante este método, puede ser cansado, ante la falta de fluidez de la herramienta.

Por otro lado, si las otras personas del equipo no tienen cuidado suficiente, algunas de las anotaciones en PDF tienden a camuflarse y pasarse por alto, como los comentarios emergentes. Esto se compensa con facilidad usando otras herramientas más visibles en la página, como una llana caja de texto.

Los mejores programas para corregir en computadora

El favorito de los profesionales es, sin lugar a dudas, el Adobe Acrobat (MacOS y Windows). Es uno de los editores de PDF más antiguos del mercado y tiene una gran cantidad de herramientas para la edición, cada año más sofisticadas y potentes: desde la anotación y subrayado hasta el reconocimiento de texto para incorporar cambios directamente en la página. Sin embargo, puede ser un programa muy oneroso por formar parte del paquete de Adobe Creative Cloud, con un costo cercano a los 500 USD anuales. En lo personal, le encuentro otro problema: una interfaz poco intuitiva en el acceso a las herramientas. Hace unos años rediseñaron por completo el programa, pero no sé con exactitud en qué estaban pensando, porque le restaron usabilidad. Por lo tanto, el Acrobat obliga a capacitarse adecuadamente, familiarizarse con las herramientas y pagar una alta tarifa anual para utilizarlo de manera legal.

Ante estas circunstancias, vale la pena tener siempre una alternativa. En la plataforma MacOS, el programa que más me ha gustado es el PDF Expert. La licencia tiene un valor de 49 USD a precio pleno y a menudo se ofrece con descuentos hasta del 50 %, ya sea por sí solo o como parte de paquetes de programas, en plataformas de distribución como Stack Social. Ofrece herramientas de anotación fáciles de utilizar, edición directa de texto y un informe de páginas corregidas. Por lo tanto, en lo sustancial, se obtienen las mismas funciones que con el Acrobat, a una fracción del precio, con una licencia que se paga solamente cuando hay actualizaciones mayores y no como una anualidad. Otro beneficio es una interfaz más limpia, sencilla y fácil de utilizar que la de Acrobat. Tiene una ventaja adicional: la sincronización vía iCloud con su contraparte de iOS (o con otras computadoras Mac). Esta función es crucial para quienes decidan alternar la corrección del material con un dispositivo móvil. Pero de eso hablaremos en el próximo artículo.

En síntesis

La corrección en computadora es posible y viable. De hecho, muchas personas dedicadas a la corrección profesional la utilizan con frecuencia como su principal herramienta, cada vez más por encima de la revisión directa en papel.

No obstante, conviene recordar que implica entrenarse en una forma diferente de corregir al no ser una transferencia pura entre la experiencia en papel y la experiencia digital. También obliga a tener un equipo de colaboradores que se hayan adaptado a la tecnología y tengan el entrenamiento y la disciplina para no pasar por alto ningún comentario.

Si todos estos requisitos se cumplen, es una potente herramienta y vale la pena tenerla siempre en el arsenal de corrección. Para quienes no se logran adaptar a esta metodología y aún así quieren corregir en formato digital, la alternativa es el uso de una tableta con un lápiz inteligente. Esto lo conversaremos en el próximo artículo de Nisaba.

(Imagen: captura de pantalla de página falsa revisada con Adobe Acrobat)

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Qué es la corrección de pruebas y cómo se hace

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La corrección de pruebas es esa revisión que se realiza durante las etapas más avanzadas del proceso de publicación. Una vez que el libro ha sido leído, releído, editado, revisado y vuelto a revisar, se le entrega al equipo de producción gráfica que verterá el manuscrito en un documento de diseño, usualmente en una aplicación especializada, como Adobe InDesign o QuarkXPress.

En ese momento, el texto abandona las manos de su editor y de su autor y no puede trabajarse más con las funciones de corrección de los procesadores de texto.

Cada editorial establece cuántas correcciones de pruebas se realizan, pero el control de calidad exige de dos a tres, como cifras mínimas.

Esta corrección ya no se hace en pantalla, salvo que se haga en un archivo PDF, porque es esencial que la página formada permanezca tal y como se ve en el programa de diseño.

Además, no solo se revisa el texto, sino otros elementos, como los espacios, las cabeceras, los elementos no textuales (que estén donde corresponde o sean eliminados ahí en donde no deberían estar), la división de palabras, los ríos y calles (espacios entre palabras y los bloques de texto), los rosarios (secuencias de caracteres similares al inicio o final de los renglones), todo tipo de erratas y un largo etcétera. Los pormenores de la corrección de pruebas requieren de una serie de artículos, así que no los abordaré en esta breve entrada.

Cómo se realiza la corrección de pruebas

Puesto que la fidelidad de la página es crucial, todavía hasta la fecha, predomina el uso de la impresión de papel y las anotaciones a mano alzada para realizar la corrección.

En mi caso particular, utilizo lapicero rojo (ojalá de gel y con punta muy fina y precisa), lápiz, algún color adicional para otras anotaciones (verde o morado) y muchas notas adhesivas, para poner comentarios adicionales, hacer marcas generales, diferenciar capítulos…

Cuando se tiene la mala suerte de tener que añadir o corregir un párrafo íntegro —algo que solo debería suceder de manera ocasional, dado que ya para esta altura del proceso se superó la corrección de estilo—, a veces es útil digitar el párrafo en un procesador de texto, imprimirlo y pegarlo con cinta adhesiva.

Así de artesanal es el proceso.

Y esa impresión vale oro: porque vale muchas horas de trabajo y debe ir y venir de forma física entre la persona que hace la edición gráfica y la corrección de pruebas.

¿Se puede evitar la corrección de pruebas?

Hacer o no la corrección de pruebas es una de las grandes diferencias entre las buenas y las malas ediciones. Este es un control de calidad indispensable para frenar, antes del producto final, las pequeñas imperfecciones que se van quedando en el texto, a pesar de nuestros esfuerzos previos.

Además, no todo son erratas que provienen del texto previo. Otras erratas se forman el proceso: un dedazo, una persona que corrige por error (y a veces con buena fe, pero algo de ignorancia) algo que estaba bien, un error de montaje y no de texto (un elemento de página maestra que se va por error en una ventana de capítulo), una figura invertida por error, imágenes que quedaron en la página equivocada y otros muchas pequeñas imperfecciones en el proceso.

Son pequeñas cosas, pero hacen la diferencia en un libro hecho con cuidado y otro que nadie se tomó la molestia de revisar.

¿Se necesita entrenamiento para hacer corrección de pruebas?

Sin duda.

Se necesita la guía de alguien con más experiencia, leer un poco (las obras de José Martínez de Sousa traen apartados al respecto) y, sobre todo, entrenar la mente para que pueda ver lo que normalmente pasa por alto. La mente debe ver el error en lugar de leerlo como si fuera correcto. Y debe aprender a verlo todo: el inicio de la página, los márgenes, los vacíos, las figuras… ¡todo! También debe ser capaz de leer texto y reconstruir sentidos (funciones lógicas y semánticas), pero también debe ser capaz de ver la página como una figura (funciones espaciales y visuales). La letra es a veces dibujo y a veces palabra. Y la mente debe aprender a verla de esa forma.

También hay que aprender una serie de marcas para el señalamiento de los cambios. Cada editorial puede tener los suyos, aunque hay algunas casi universales.

El resto es práctica.

¿Se puede hacer corrección de estilo en la corrección de pruebas?

Jamás.

De vez en cuando se detectará una coma, una cacofonía, una reiteración. De vez en cuando habrá una frase sin sentido que necesitará del arreglo de un verbo o el cambio de una palabra. De vez en cuando habrá un párrafo macarrónico, extenso y perdido que todo el mundo pasó por alto. Pero solo de vez en cuando.

Las correcciones de estilo en una corrección de pruebas deben ser mínimas. La cantidad en sí dependerá de la extensión del texto, pero el porcentaje ha de ser bajo en proporción con la totalidad del texto.

La verdadera corrección de estilo debe hacerse antes, cuando el movimiento de párrafos, la inserción de títulos, la reescritura de textos o el recorte de palabrería no tengan un impacto en las páginas formadas del libro.

De lo contrario, habría un gran desperdicio de recursos y, en lugar de ganar tiempo, se perdería.

En síntesis

La corrección de pruebas es un paso indispensable para garantizar la calidad de la edición. Es distinta de la corrección de estilo, porque no se centra en la expresión verbal del texto sino en los errores y las imperfecciones, dentro del texto, que puedan haberse colado tras la corrección de estilo (y por la manipulación posterior) y más allá de esta, dentro de la página formada o diagramada. Requiere de un entrenamiento especial y diferente de otras formas de edición y corrección, pero se adquiere con guía, práctica y constancia.

Por sus características, se hace por lo general en papel y, hasta ahora, no había posibilidad de suplantarla con la tecnología digital, salvo en documentos de corta extensión. En otro artículo se revisará cómo el uso de tabletas y lápices inteligentes puede transformar este quehacer artesanal de la corrección de estilo.

(Fotografía: cortesía de Pixabay.com)

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Escritura profesional en el iPad

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Hace algunos años, emocionada con mi recién adquirido iPad 2, publiqué algunas entradas en este blog relacionadas con la mejor manera de convertir el iPad en una herramienta profesional para la escritura.
Mucho ha sucedido desde entonces. Algunas de las apps recomendadas no han superado el paso del tiempo. Por otro lado, grandes ausentes de aquel momento, han llegado a su versión iOS y han transformado para siempre la experiencia de escritura en los dispositivos móviles, tanto en el iPad como, para algunas personas, en el iPhone.
En este artículo no cubro herramientas para Android porque me apego a mis dispositivos Apple y, sobre todo, porque algunos solamente tienen versión iOS.
Por otro lado, en este artículo no interesa revisar procesadores de texto o aplicaciones para combinar texto e imágenes. Para ambos casos, lo ideal es emplear el Pages o el Microsoft Word, que ya tiene versión para todos los sistemas operativos móviles.
Aquí me interesa la experiencia de escritura, en sus huesos. Aquella que nos permite convertir el iPad o el iPhone en la herramienta más ligera para llevar en cualquier lugar y situación. Aquella para transformar una hora de café en un cuento; un rato de espera, en la escena de una novela o un descanso en la playa en una continuación de nuestro ensayo o escrito.
Así que reduzco las opciones a dos apps: Ulysses y Scrivener.

 

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Ulysses
Reviso esta app de primera porque es un programa ideal para las fases iniciales de escritura de cualquier cosa, idea, proyecto o simple escritura al vuelo. En especial, aquellas que salen al calor del momento y no sabemos dónde situar, cómo clasificar o en qué se convertirán. Esos párrafos que pueden ser el inicio de un cuento, de una novela o un simple berreo para descartar después.
El Ulysses tiene una característica: a pesar de que tiene una organización bastante estructurada, separable por grupos, todo permanece en un solo lugar. Así que podemos crear varios cuadernos de “ideas”, por así decirlo, y luego decidir hacia dónde han de trasladarse los escritos.
Otra de sus ventajas es la estupenda sincronización vía iCloud. De los programas que he utilizado, ninguno se le compara. Sincroniza en tiempo real, en apenas segundos, sin que haya verdaderos conflictos. Puedo escribir en el iPad y, unos 15 a 30 segundos después, ver los cambios en mi computadora, a pesar de tener ambos dispositivos abiertos en la misma página.
En términos de respaldo y de no perder ni una palabra de escritura, este es un valor imprescindible.
Finalmente, la interfaz de Ulysses es perfecta para escribir. Tiene varios temas alternativos, ya sea diurno o nocturno. A mí, que me encanta escribir con letras claras sobre fondo negro, me resulta imprescindible tener esta opción. Se puede personalizar prácticamente todo: la tipografía, el espaciado, el ancho de la columna. De tal manera que, luego de jugar un poco con el programa, se puede transformar en la pantalla ideal, según el gusto de cada quien.
Entre las herramientas indispensables para escribir se encuentran, además, las estadísticas del texto, palabras claves, zonas para hacer anotaciones y herramientas de búsqueda.
El programa funciona con códigos multimark down, pero lo emplea de una manera sencilla, con una lista de comandos a mano y una previsualización del resultado. Sin embargo, si se utiliza un teclado externo, no es necesario aprender ningún comando o caracter especial: los atajos usuales para negrita y cursiva funcionan a la maravilla.
Confieso que me gusta más la versión de iPad que la de escritorio. Esta última la utilizo para acceder a los textos sincronizados y, desde ahí, trasladarlos a otras aplicaciones, según lo necesite.
El Ulysses, en mi opinión, no es un programa de salida, aun cuando tenga excelentes opciones de exportación, sino un programa de entrada. Es para olvidarse del entorno, alejar las distracciones y concentrarse en escribir. Es un programa para el primer borrador, para chorrear, para liberarse del silencio.
Para la siguiente etapa, está el Scrivener.

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Scrivener
Una vez que nuestra escritura tiene un rumbo definido, es momento de salir del Ulysses. Cuando en lugar de unas notas, tenemos un proyecto entre manos, el cuaderno, en su sentido más estricto, se vuelve inútil. Mis proyectos de escritura suelen ser estructurados y complejos. No me sirve nada más escribir sin ton ni son y ordenar los textos conforme van saliendo. Necesito una herramienta más poderosa.
El Scrivener, en su versión de escritorio, es uno de los programas mejor diseñados para satisfacer las necesidades de la edición y el manejo de proyectos extensos.
La versión iOS del Scrivener es mucho más limitada en sus herramientas, pero nos da acceso al proyecto, a su estructura, a sus partes, a nuestras notas e incluso a nuestro material de referencia (esa colección de archivos en PDF, HTML o de notas descartadas que se sitúan en las áreas fuera del manuscrito). El Scrivener de iOS no es para la escritura en completa libertad sino para el momento en que ha llegado la disciplina. Es para seguir lo que comenzamos en la computadora, donde quiera que estemos, y seguir escribiendo, sin parar. Incluso podemos reorganizar el texto, valorarlo en forma de fichas y, por supuesto, añadir documentos nuevos.
El Scrivener no funciona con toda la escritura dentro de un solo lugar, como el Ulysses, sino por proyectos. Se sincroniza vía Dropbox y, para mayor seguridad, la sincronización debe ser consciente y manual, no automática como la de Ulysses. Sin embargo, el programa resuelve bien los conflictos y es posible trabajar de manera segura.
En cuanto a su interfaz, el Scrivener conserva la esencia de su contraparte de escritorio, con limitaciones. Todavía carece de un modo de escritura nocturno, pero es posible escribir sin distracciones.
Otra diferencia con el Ulysses es que sí emplea formato de texto en RTF, por lo que se pueden utilizar sangrías, negritas, cursivas, subrayados, espaciado entre párrafos y, en general, el formato básico para ir mejorando el manuscrito.

En síntesis
Ambas herramientas son estupendas y me encanta utilizarlas de manera complementaria.
Uso Ulysses para las fases iniciales, para tener mis cuadernos de notas, para mi libertad y mi derroche de palabras sin dirección.
Uso el Scrivener para mis proyectos ya formados, que tienen un propósito y una dirección, que ya están avanzados y necesitan estructura. Y, más todavía, para los que ya están en proceso de edición.
Entre ambas aplicaciones, el iPad se transforma en un instrumento potente y deseable para cualquier persona dedicada a la escritura.
Una última ventaja que comparten ambas apps es la poca cantidad de recursos que consumen del sistema. Ambas corren sin problemas en mi viejo iPad 2, lo cual es mucho decir, tomando en cuenta que el Word es casi inutilizable en un aparato tan viejo como este.
Su tamaño, su peso, la duración de su batería, su discreción… En su factor forma, el iPad es ideal para escribir en cualquier momento y lugar, con el mínimo de carga y hasta con cierta discreción. Con las herramientas adecuadas, se convierte en la herramienta ideal para escribir donde uno prefiera.
Una nota final: el iPad, para ser una herramienta de escritura óptima, necesita el teclado perfecto. Cada quien deberá valorar sus necesidades en esta área, así como su entrenamiento particular. Para mí, luego de probar varias opciones, no hay mejor teclado que el teclado Apple estándar (el Magic Keyboard es el modelo vigente). Todos los demás son débiles, de teclas muy pequeñas o no lo suficientemente sensibles para mantenerse a mi ritmo de escritura. Pero hay muchas otras alternativas en el mercado, algunas más compactas, livianas y baratas. Basta que cada quien explore un poco y elija la que más se ajuste a su gusto, necesidades y presupuesto.

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Clic: ¿se «da» o se «hace»?

Una de las acciones más comunes de nuestra cotidianidad en los medios digitales es el clic: ese pequeño “sonido seco y breve, generalmente metálico” (DPD, 2005: “clic”) que emiten los ratones (mouse). El sonido se convierte en acto y, con ese acto, viene su obligada enunciación. En este artículo se expondrá la manera correcta de enunciar el vocablo clic en construcciones gramaticales y cuál es su ortografía.

Qué es un clic
El clic es, en primer lugar, la representación de un sonido y, en segundo, la pulsación que da origen a ese sonido. El artefacto que se emplea para hacer el clic en tanto acto es el ratón o mouse, según lo recoge ya el DRAE, aunque existen dispositivos que permiten hacer pulsaciones mudas: desde las superficies táctiles de las computadores portátiles (trackpad) hasta los dispositivos móviles. La idea de un clic mudo no le importa a nadie: la pulsación en una interfaz informática seguirá denominándose así, aun cuando la memoria olvide el origen del vocablo.

La etimología
El vocablo proviene del inglés click, lengua en la que aparece alrededor de 1580. Otros vocablos semejantes son klikken, en holandés y frisio oriental, y clique en francés, con el significado de ‘sonido de un reloj’.

Desde luego, con su significado de pulsación, ingresa al español con la popularización de las computadoras.

Los primeros prototipos de ratón (mouse, en Latinoamérica) estuvieron listos en 1968, en la Universidad de Stanford, y el concepto fue perfeccionado durante la década siguiente, en los laboratorios de Xerox. La primera computadora de venta al público en incluir un ratón salió a la luz en 1981. Fue una curiosidad tecnológica de poco uso hasta 1984, con la Macintosh: la primera en tener un sistema operativo capaz de sacar amplia ventaja de este dispositivo.

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Cinco ratones distintos, marca Apple. Foto: Wikipedia.

Desde ahí, el ratón o mouse forma parte indispensable de la experiencia informática hasta fecha muy reciente, en que comparte su hegemonía con los dispositivos táctiles. Como curiosidad, Apple es la única en ofrecer una alternativa al ratón para las computadoras de escritorio: el trackpad o una superficie táctil independiente, inspirada en su éxito con este dispositivo en las computadoras portátiles.

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Trackpad, marca Apple. Foto: Wikipedia.

La enunciación

Uno de los temas que más llama la atención sobre el sustantivo clic es la dificultad de integrar esta palabra de origen inglés dentro de las expresiones en español. Quizás esto se deriva de su intangible condición de acto. De alguna manera, los hablantes se preguntan: ¿qué es un clic?, ¿un clic se hace o se da?, ¿cómo se verbaliza el clic?, ¿a qué se parece?

Como resultado de esta incertidumbre, conviven varias formas gramaticales de integrar el clic a la enunciación: solo una es avalada por la RAE y las otras son consideradas erróneas.

La RAE recomienda hacer clic y la prefiere sobre los verbos clicar y cliquear. Ambas formas son sintéticas pero malsonantes y extrañas. No me hace falta la recomendación de las Academias para no emplearla, lo admito.

Sin embargo, se ha popularizado la expresión dar click (nótese la ortografía). Puesto que el clic es un sonido o una acción, su combinación con el verbo “dar” también resulta extraña. No es del todo avalada por la RAE y con razón. Eso no ha hecho que se extienda menos, por el contrario, en algunos medios casi se convierte en la norma. Mi hipótesis personal es que los hablantes establecen un paralelismo con expresiones válidas, como “dar un toque” o “dar un golpe”. Al fin y al cabo, el clic es el resultado de una pulsación y, en la práctica, la presión necesaria para obtener el clic se obtiene con un pequeño golpe. Incluso es frecuente escuchar a una persona diciéndole a otra: “dele ahí, dele ahí”, para indicar el lugar en donde se debe pulsar.

Hasta que la expresión “dar clic” no sea recogida y avalada, es preferible emplear “hacer clic”. Y aún cuando lo sea, en lo personal, prefiero la última.

Ortotipografía

Esta palabra ha sido aceptada en español con la adaptación clic, sin k al final. Es una adaptación válida y, por lo tanto, cuando se escriba así, se utiliza en letra redonda, como cualquier otra palabra en español. La grafía click corresponde a la onomatopeya en inglés y siempre deberá escribirse con letra cursiva.

Alternativas

Se podría emplear el verbo pulsar para indicar la acción de hacer clic. Eso sí, no es necesario hacer combinaciones. Sería incorrecta la expresión “pulse clic”, no solo por disonante, sino también por redundante y sin sentido.

En síntesis

Como breve resumen, se puede emplear esta breve guía:

Correcto
Incorrecto o no deseable
Hacer clic Dar click
Clicar
Cliquear
Pulsar Pulsar clic

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La escritura por objetivos: palabras, páginas, plazos

La escritura como actividad profesional trasciende las costumbres y actos del mero pasatiempo. Un pasatiempo se realiza cuando la inspiración llame, en el tiempo libre, sin objetivos ni plazos. La escritura profesional o, cuando menos, comprometida, tiene otros requisitos: se realiza todos los días, en un horario establecido y ha de cumplir metas concretas.

Desde luego, las metas más relevantes son las de contenidos: escribir un capítulo, un apartado, un fragmento, un cuento, una escena…

Pero también existen las metas más puntuales y muy tangibles, por palabras o páginas y por plazos, ya sea para un proyecto completo o para cada fragmento, sección o apartado.

En este blog siempre hemos promovido el uso de herramientas profesionales para la escritura. Mientras que la única estadística que Word proporciona es el conteo de palabras y páginas, Scrivener (http://www.literatureandlatte.com) ofrece una auténtica herramienta para seguimiento de objetivos, en parte diseñada para apoyar a quienes participan en NaNoWriMo (el mes nacional de escritura de novelas, http://nanowrimo.org/) y, en general, para cualquier persona que se proponga establecer hábitos profesionales de escritura de textos.

Objetivos de escritura

Scrivener tiene una herramienta denominada Objetivos del proyecto. Se sitúa en el menú Proyecto.

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Una vez activada, despliega una ventana de diálogo en la que se puede especificar una meta global para el manuscrito. Si, además, se configura una fecha de finalización, el programa ayudará a calcular la meta diaria de palabras que se requiere para completar el proyecto. Para cambiar la meta global, basta poner el cursor encima de la cifra que se desea alcanzar. En el siguiente ejemplo, se pone el cursor en donde dice “50.000” y se cambia por cualquier cifra que uno desee. En donde dice “palab…” hay unas flechas con las que se puede cambiar la medida de “palabras” a “páginas”, según se necesite.

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Para configurar la fecha, es necesario accionar el botón Opciones en esa ventana de diálogo. Aparecerá otra ventana nueva en donde se podrá especificar otros detalles, como la fecha de finalización, si se desea reiniciar la sesión a la medianoche e incluso si se permitirá escribir el día de finalización del plazo.

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De esta manera quedan configurados los objetivos del proyecto. Si se activan las notificaciones, el programa emitirá un aviso cuando se alcance la meta del día; una excelente manera de mantenerse alerta y a la espera del esperado aviso de éxito.

Además de establecer metas para el proyecto, también puede ser útil definir objetivos por documento. En tal caso, se crea un documento nuevo en el manuscrito y se busca un pequeño símbolo, similar a una espiral, situado en la esquina inferior derecha de la barra inferior del documento. Se pulsa sobre el símbolo y se despliega una ventana de diálogo en donde se puede establecer una meta para ese documento.

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La ventaja de este método es que el programa mostrará una barra de avance del manuscrito que irá pasando del color rojo al amarillo, hasta llegar al verde, cuando se haya alcanzado la meta de escritura. Este método contribuye a mantener una elevada motivación y sirve para ayudarse en momentos en que la única consigna es seguir escribiendo, o cuando se tiene un proyecto muy estructurado, con partes que han de tener una extensión similar.

Estadísticas del proyecto

Scrivener se toma muy en serio la información estadística. Por esa razón, todos los documentos muestran, en la barra inferior, la cantidad de palabras y caracteres escritos. Estos datos están siempre a la vista y no hace falta buscarlos en un recóndito menú y perder tiempo de escritura en ello. Ahora bien, para revisar las estadísticas globales del documento y el estado de avance, se consulta la herramienta Estadísticas del proyecto, en el menú Proyecto. Ahí no solo puede verse la información con distintas medidas, como caracteres, palabras y páginas, sino que es posible definir hasta la cantidad de caracteres o palabras que tiene cada página, según el conteo que se realiza y decidir cuáles documentos del proyecto se toman en cuenta para la estadística.

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Estadísticas del texto

Otra herramienta para las estadísticas es la denominada Estadísticas del texto. Aquí se despliegan las estadísticas para el texto seleccionado, ya sea un solo documento o el manuscrito íntegro. Aquí, más que la cantidad de palabras, interesa la cantidad de repeticiones por palabra. Es una excelente manera de tomar conciencia de nuestros lugares comunes y latiguillos; es una ayuda esencial durante el proceso de reescritura y corrección.

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En síntesis

El uso de estadísticas solo tiene sentido cuando se saben interpretar para aplicarlas a un propósito claro. Estas herramientas informáticas son inútiles si no van aparejadas a retos puntuales, objetivos específicos, metas concretas y a una escritura constante, de ser posible diaria y sistemática. Las aplicaciones de esta manera de concebir el acto creativo son tantas como lo quiera usted. Por ejemplo, si está escribiendo un proyecto en donde conviene tener una extensión similar en todas las secciones o apartados, el establecimiento de metas por documento será un instrumento esencial para llevar un control preciso de escritura en cada momento. Por otro lado, si se participa en un reto como NaNoWriMo, se favorecerá la herramienta global y el cálculo automático de metas por sesión diaria.

En cualquier caso, el resultado siempre será el mismo: estas son tan solo herramientas y el verdadero trabajo de escritura lo realizará usted. ¡Ánimos y a aprovechar esas cifras!

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