«Al editor nunca se le queda bien»

“¡Viera cómo es!”, le explicaban mis autores a un nuevo miembro del equipo editorial, “nunca se le queda bien”. La frase venía con una sonrisa y anécdotas sobre la clase de comentarios que les había hecho, las críticas inesperadas, las observaciones sobre los pequeños detalles que cualquier otro lector habría pasado inadvertidos.

La frase quedó resonando en mi memoria: “…nunca se le queda bien…”. ¿Acaso no es esa una característica deseable en todo autor, editor o corrector?

El inconformismo, la visión crítica, el deseo de perfeccionamiento y la habilidad de imaginar vívidamente la realidad propuesta por el texto para detectar sus contradicciones son apenas algunas de las actitudes necesarias cuando una persona se enfrenta a una lectura cuyo objetivo es contribuir a mejorar el texto.

Así, un editor al que “no se le queda bien”, al menos no en los primeros borradores, es un editor que nos da esperanza.

El editor es una de las primeras personas en leer una obra. Media entre el autor y su lector. Un editor responsable no dejará pasar una inconsistencia, detalles dudosos o problemas de coherencia. Su lectura es la mejor oportunidad para prevenir los errores antes de que se reproduzcan inevitablemente por cientos o miles de ejemplares.

Cuando una obra sale al mercado y los lectores comienzan a decir: “le sobran personajes”, “tenía escenas muy tediosas”, “había un error de inconsistencia”… no solo se dice: “¡qué mal autor!”; también se piensa: “¡le faltó editor!”.

Desde luego, no se puede corregir indefinidamente. Cuanto más intensa, honesta y exhaustiva sea la primera corrección, y mejor sea la relación editor-autor en el proceso de implementación de cambios, más pronto se podrá llegar a un producto de calidad en menor tiempo. Infinitas correcciones llevan al desgaste y la desmotivación.

El editor también deberá alcanzar un punto de desapego y dejar ir la obra, a pesar de todos los errores que puedan haber sobrevivido, con la esperanza de las reimpresiones (para unas pocas erratas) y las segundas ediciones (para correcciones de fondo). “Lo perfecto es enemigo de lo bueno” dice siempre don Miguel Guzmán, un conocido editor mexicano formador de editores. “Pero lo mediocre también…” le añado yo. Por eso, el buen editor es un inconforme, pero aprende a ponerle límites a su inconformismo.

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